La serie de fotografías “Skeleton Coast” (2005) del artista venezolano Alexánder Apostol, que se presentan ahora en el Museo Tamayo (dentro de la exposición colectiva “Teatro del Mundo”), plantean un serio dilema en cuanto al desarrollo inmobiliario especulativo.
Durante la década de los años ochenta del siglo pasado, la Isla Margarita, cercana a las costas de Venezuela, fue objeto de un proceso de construcción masiva de edificios que supuestamente debían albergar equipamientos turísticos de alto impacto, como hoteles, restaurantes y apartamentos en condominio. La inversión en el proyecto estaba sujeta a la constante fluctuación de los precios del petróleo y fue aprovechada para blanquear dinero de procedencia ilícita, presuntamente fruto de la corrupcion en el gobierno y del tráfico de estupefacientes. Eventualmente estos abusos resultaron en la bancarrota de las empresas constructoras involucradas en los proyectos, principalmente a lo largo de la costa de Porlamar. Varias de las playas de esta ciudad fantasma contemporánea, muestran el lado más oscuro de la bonanza económica, la especulación con el capital finaciero privado y público, que es capaz de llevar a la industria de la construcción a extremos tan absurdos como este.
Mientras en Venezuela continúan los problemas derivados de la segregación social y la distribución inicua de la riqueza. Uno de sus paisajes más notables por su belleza y por su diversidad ecológica, ha sido irreversiblemente poblado por mastodontes de cemento y acero que lentamente se erosionan por la herrumbre.
Mientras el resto del país sufre las conscuencias de un gobierno antidemocrático y de una clase en el poder que se beneficia de la expolotación general de recursos naturales y humanos, en la Isla Margarita, el mar devora poco a poco estos edifcios inconclusos, que muestran la decadencia de la arquitectura moderna, realizada sin ninguna consideración por el equilibrio ecológico. El trabajo de Apostol es una denuncia contundente del fenómeno de connivencia que el gremio de los arquitectos mantiene con los detentadores del poder político y económico, del paralelismo entre la fragilidad de las estructuras sociales y su representación física, cuando quedan en evidencia los mecanismos de dispendio y los fraudes que son perpetrados en nombre del desarrollo. En última instancia de una demostración de la falta de ética profesional de los expertos involucrados, un fenómeno que desgraciadamente no es privativo de los países subdesarrollados, sino que se verifica en casi todos los lugares donde el capital económico es más importante que el bienestar social.
Lorenzo Rocha
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