jueves, 28 de agosto de 2014

ESPECULACIÓN ILIMITADA

En arquitectura hay un rango de escala que escapa a la percepción del ciudadano común. Todos podemos visualizar las dimensiones de un espacio del tamaño de una vivienda, podemos compararlo con el tamaño de una escuela y quizá hasta imaginar cuántas veces cabe dentro de un estadio de fútbol. Pero la magnitud de los tres principales proyectos inmobiliarios que se están construyendo en la ciudad de México, supera a la capacidad de imaginación de casi cualquier persona.

En primer lugar, se encuentran los diez nuevos rascacielos en proceso de construcción sobre el Paseo de la Reforma, que entre todos sumarán alrededor de medio millón de metros cuadrados de nuevas oficinas, una cifra muy elevada desde cualquier punto de vista. Hace falta imaginar cómo llegarán las miles de personas que trabjarán en estos edificios, lo harán en automóvil, metro, autobús, en bicicleta y a pie. También cuesta trabajo pensar dónde comerán los cerca de 50 mil nuevos usuarios de estas oficinas, algunos podrán hacerlo dentro de sus lugares de trabajo, pero los demás tendrán que buscar lugares asequibles donde reponer sus energías.

Otro proyecto en construcción que sorprende por sus dimensiones es el  conjunto Toreo que se encuentra en el límite norte entre del Distrito Federal, donde colinda con el Estado de México. Este conjunto lo diseñó el arquitecto Javier Sordo Madaleno. La construcción va muy avanzada, y cuando esté terminada albergará vivienda, comercio, oficinas y hotel con un área total de 450 mil metros cuadrados, será casi tan grande como los diez rascacielos de Reforma.

Por último, se ha comenzado a construir pese a las quejas de los habitantes de Coyoacán, el complejo Mitikah, que se define a sí mismo como una "Ciudad Viva". Este conjunto diseñado por César Pelli, comprende un programa multifuncional de cerca de 100 mil metros cuadrados y se planea edificar una torre de 60 pisos (270 metros de altura) que sería la más alta de Latinoamérica y albergaría a cerca de 10 mil personas. Dentro de este conjunto se absorberá —convertido en centro comercial— el edificio que anteriormente ocupaba el Centro Operativo Bancomer, construido en 1976 por Augusto Álvarez, Juan Sordo y Adolfo Wiechers.

Entre estos proyectos sumados, estamos frente a una nueva ciudad en la que se ha dado rienda suelta a la especulación inmobiliaria, sin que hasta ahora esté suficientemente claro cuál será su impacto a nivel de la infraestructura urbana, las vialidades y el equilibrio general del paisaje urbano. Se está aumentando la oferta de espacio comercial de modo significativo y sin el acuerdo de la ciudadanía, esperemos que no resulte excesivo y pueda estallar esta burbuja inmobiliaria, que se está inflando tan aceleradamente.

Lorenzo Rocha

jueves, 21 de agosto de 2014

NUEVO AEROPUERTO

Los mensajes que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes ha emitido este año respecto a la construcción de un nuevo aeropuerto en la ciudad de México son confusos y contradictorios. Contrario a lo que un gobierno transparente y claro debería informar, el secretario Gerardo Ruiz Esparza, informó en enero del presente año que el aeropuerto ampliaría hasta tres veces su capacidad actual en terrenos aledaños a las terminales actuales, lo cual aún no ha sido descartado. Paralelamente, en junio pasado el funcionario anunció que el nuevo aeropuerto se edificará en Texcoco y comenzará a operar en 2018, sin necesidad de expropiar terrenos, hecho que frustró la inicitiva durante el sexenio pasado. Por ahora el escepticismo rodea al proyecto ya que además el gobierno ha analizado distintas propuestas de equipos de arquitectos, sin revelar el proceso por el cual sus anteproyectos fueron encargados y cuál será el proceso de la eventual selección de la propuesta definitiva en caso de llegar a realizarse. El gobierno le encargó el plan maestro a la firma consultora británica Ove Arup sin que mediara licitación alguna.

Los despachos invitados por el gobierno a presentar sus ideas son: Legorreta+Rogers, Serrano+Hadid, Norten+SOM, González de León+Kalach, Grupo Sordo Madaleno, Foster+Romero, López Guerra+Pascall y Gómez Pimienta+Gensler. Inmediatamente salta a la vista un fenómeno novedoso en nuestro contexto arquitectónico, casi todos los arquitectos mexicanos se alían con arquitectos extranjeros. La motivación estratégica de las alianzas no sorprende tanto como la temeridad de aquellos que no han seguido dicha tendencia, por lo cual se augura menor suerte a Teodoro González de León, Alberto Kalach y Javier Sordo Madaleno, quienes no han optado por involucrarse con el olimpo mundial de nuestra profesión. Despachos internacionales que además cuentan con una amplia experiencia en la construcción de terminales aéreas por todo el planeta como Norman Foster en Londres (Stanstead), Beijing, Chep Lok y Kuwait entre otros. Richard Rogers proyectó las nuevas terminales de los aeropuertos de Madrid y Londres (Heathrow), en colaboración con otros arquitectos como el español Antonio Lamela.

La competencia siempre es positiva y sin duda impulsa el desarrollo tecnológico y cultural, pero la credibilidad de la administración pública y del gremio de los arquitectos queda en entredicho cuando los procesos son oscuros y ambiguos como en el presente caso, en un proyecto que es de incuestionable interés público. Admiro la temeridad de los arquitectos mexicanos que se han presentado de forma independiente. Sin embargo su esfuerzo es inútil cuando las condiciones de competencia son tan inicuas como ahora.

Lorenzo Rocha

jueves, 14 de agosto de 2014

CONSERVACIÓN CREATIVA

La fuerza que implusa el desarrollo cultural de toda ciudad, resulta de la oposición entre conservación e innovación. Si todo es nuevo y se borra el pasado, la cultura arquitectónica no evoluciona, por el contrario, si solamente se conservan los monumentos históricos y no se realiza nada nuevo, tampoco existe posibilidad alguna de desarrollo.

En la ciudad de México existen profesionistas capacitados para resolver cualquier conflicto entre la conservación y la innovación de la arquitectura, desde el punto de vista tanto técnico como artístico. Desgraciadamente el resultado de esta mecánica sigue siendo inferior al que nuestro potencial permitiría. La razón es muy simple, no existen cuerpos colegiados que juzguen la pertinencia de conservar los inmuebles históricos, caso por caso. Las batallas se libran en la arena de la opinión pública y en las instancias legales, pero los expertos no trabajan en equipo directamente para solucionar los conflictos. La Ley de sitios y monumentos arqueológicos contempla la preservación de los bienes artísticos inmuebles de modo demasiado generalizado y los reglamentos y planes especiales tienen reglas estáticas que se aplican por igual a todos los casos y en realidad no consiguen proteger al patrimonio. La prueba es la cantidad de edificios nuevos que solamente mantienen la fachada de la arquitectura precedente como una máscara, sin integrarla al nuevo diseño, solo para cumplir con el reglamento.

En nuestra ciudad cuando un proyecto nuevo entra en conflicto con un vestigio histórico, por lo general, ambos salen perdiendo. El monumento antiguo queda reducido a su representación casi simbólica y descontextualizada, mientras que el nuevo proyecto se implanta a pesar de la existencia del vestigio anterior. Es lógico que se trata de un fenómeno económico, el desarrollo de cualquier ciudad no es más que eso. En algún momento fue posible ocupar un terreno sobre el Paseo de la Reforma para una sola casa, pero ahora el valor del suelo solamente se aprovecha construyendo un rascacielos. Sin embargo, el esfuerzo creativo no se enfoca en salvar al máximo el bien antiguo, ni a dar el máximo potencial al nuevo diseño, sino únicamente a cumplir con los requisitos legales.

En el caso de la Torre Virreyes en las Lomas de Chapultepec, el arquitecto Teodoro González de León realiza un gesto sintomático del conflicto de su nuevo diseño con el Super servicio Lomas –construido por Vladimir Kaspé en 1948– proyecta los 30 pisos del nuevo edificio en voladizo por encima de lo poco que se conservó del inmueble anterior. La motivación del gesto es el cumplimiento de la norma de conservación, que repercute en el nuevo diseño, pero acentuado el conflicto, en lugar de resolverlo creativamente.

Lorenzo Rocha

jueves, 7 de agosto de 2014

REFORMA

Las palabras con las que la mayoría de los diferentes medios impresos anuncian la construcción de 10 nuevos rascacielos sobre el Paseo de la Reforma, son prácticamente las mismas, pero su connotación es muy diferente. Por ejemplo, la revista Forbes se refiere al fenómeno de la proliferación de rascacielos con mucho entusiasmo: "Nuevos edificios transforman este corredor emblemático en la zona de corporativos más nutrida del país". Según la empresa inmobiliaria Tinsa, la avenida contará con 500,000 metros cuadrados de oferta para oficinas (no menciona cual es la demanda) y concluye afirmando: "Esta dimensión hará de Reforma el corredor con mayor presencia de inquilinos corporativos, será nuestro Manhattan".

A juzgar por sus opiniones, la mayoría de estos medios consideran el fenómeno como una buena noticia. Por mi parte, las expresiones "corporativo", "emblemático" y " nuestro Manhattan", aplicadas a la ciudad de México, no son para nada alentadoras. Basta ver la llamada Torre Reforma (esquina con Río Elba), que erigió sus decenas de pisos por encima de la azotea de una deshauciada casa decimonónica, protegida por el INBA, un caso a todas luces lamentable. En mi opinión muy bien podrían haber mudado la casa entera a otro terreno, piedra por piedra, en lugar de someterla a semejante vejación.

La torre BBVA-Bancomer, la más notoria entre las nuevas construcciones, contará con 56 pisos y 225 metros de altura, fue diseñado por los arquitectos Rogers y Legorreta. Este rascacielos encierra una problemática mucho más compleja que su sentido estético y presencia urbana, ya que crea un hueco en otro lugar, dejando el antiguo Centro Operativo Bancomer en Coyoacán, a merced de la especulación inmobiliaria más voraz. Dicho complejo fue construido en 1976 por Augusto Álvarez, Juan Sordo y Adolfo Wiechers y se sitúa horizontalmente sobre un terreno de 65,000 metros cuadrados, donde las áreas de oficinas se alternaban con patios interiores, los cuales resultaban idóneos para la ventilación y para el ambiente silencioso y amplio, necesario para el bienestar de sus usuarios. Todo ello ha sido vendido y se ampliará para albergar un gigantesco centro comercial. El programa de los empleados del banco multinacional se repartiran entre la nueva torre en Reforma y un edificio masivo en el conjunto Parques Polanco, diseñado por la firma estadunidense Skidmore, Owings y Merrill.

La migración de los empeados de BBVA-Bancomer de un edificio horizontal a dos rascacielos icónicos, es una muestra muy clara de que el valor simbólico es ahora más importante para las corporaciones financieras que el espacio arquitectónico, el bienestar de sus empleados y el impacto urbano de sus sedes.

Lorenzo Rocha

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