En los últimos diez años, he notado un desgaste gradual pero consistente respecto a la noción general que tenemos acerca del futuro. La confianza en que el futuro será mejor que el presente está a punto de agotarse, esa energía que impulsó a la sociedad moderna se está quedando sin combustible. Ahora se habla más de la "nostalgia por el futuro", que representa la decepción por las promesas que la tecnología y el orden socialista no fueron capaces de cumplir. Hace 100 años se justificaban las obras de los gobiernos, argumentando que los cambios se hacían por el bien de la siguiente generación, hoy sufrimos las consecuencias de dichos cambios, la generación que nos precedió nos dejó como herencia: la energía atómica, el petróleo, el automóvil, el suburbio, el neoliberalismo, el capitalismo, la democracia partidista, elementos que se ponen cada día más en cuestionamiento.
Es muy difícil, además de inútil, ponernos seriamente a especular acerca del futuro, el presente es suficientemente complejo como para perder el tiempo soñando con lo que vendrá. La arquitecta y urbanista Diana Balmori, lo explica en términos llanos en una conversación con Marina Zurkow: "La nostalgia por el pasado y los sueños utópicos sobre el futuro nos impiden ver correctamente el presente". Sin embargo, es un lugar común en los simposios y discusiones actuales, preguntarse qué es lo que sigue y cuál es el futuro de la humanidad.
El urbanismo es uno de los campos del conocimiento que más fértil ha sido para la especulación futurista. Un ejemplo notable sin duda es el pabellón austriaco diseñado por Josef Hoffmann para la Exposición de Artes Decorativas e Industriales Modernas de París en 1925. Dentro del pabellón se encontraba una instalación expositiva teatral concebida como experiencia espacial, que Hoffmann encargó a su vez al arquitecto Frederick Kiesler (1890-1965). Kiesler construyó City in Space como una visión de una ciudad flotante del futuro, sin más límites que su extensión en el espacio virtual. Acerca de su concepto espacial, el arquitecto austriaco escribió: "La división entre el campo y la ciudad será abolida [...] La ciudad del futuro flotará libremente en el espacio [...] Liberación del suelo, abolición de los ejes estáticos [...] No existirán muros ni cimientos, solamente un sistema de extensiones (tensiones) en el espacio libre".
Sin embargo, la configuración actual de un mundo donde las fronteras físicas tienen menor importancia que las regiones estratégicas globales, conectadas virtualmente gracias a la tecnología informática, es una realidad que ningún futurista del siglo pasado fue capaz de imaginar.
Lorenzo Rocha
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