Para
poder trabajar necesito paz mental. Dos momentos específicos de mi rutina
diaria, me relajan y contribuyen a aclarar mi mente antes de comenzar a
trabajar.
El
primero de ellos es cuando llevo a mi hija de cinco años a la escuela. Vamos en
bicicleta, hemos hecho esto cada semana desde hace dos años. Ella canta o me
habla a veces, normalmente solo va sentada en su silla. La escuela está a unos
dos kilómetros de nuestra casa, siempre tomamos la misma ruta.
El
segundo momento es cuando saco a mi perro a pasear, hacemos esto desde que era
un cachorro y ahora tiene diez años de edad. Hemos vivido juntos en cuatro
lugares distintos, pero siempre hemos salido a caminar juntos. Vivimos en el
apartamento actual desde hace dos años, está muy cerca de un gran parque, así
que vamos ahí o solo damos una vuelta alrededor de la manzana, si no hay mucho
tiempo.
De
hecho, esto es lo que hice esta mañana.
Para
el presente ejercicio le he pedido a mi hija que documente el trayecto a la escuela
con su cámara de juguete. Después de esto, he atado una cámara a la cabeza de
mi perro y la he programado para tomar una fotografía cada 30 segundos durante
nuestro paseo en el parque.
Me
gustan especialmente estos dos momentos de mi rutina diaria porque son
repetitivos, pero también son diferentes cada día. Me recuerdan la frase de Heráclito:
"No se puede cruzar dos veces el mismo arroyo". Algo parecido me
sucede cuando visito un edificio, algunas veces me impresiona en la primera
visita, me decepciona en la segunda y me emociona en la tercera ocasión.
Lorenzo Rocha (texto para la exposición "Nulla dies sine linea" en Satellite—Berlin)
No hay comentarios:
Publicar un comentario