jueves, 28 de diciembre de 2017

REFLEXION

Tiempos como el presente nos invitan a reflexionar sobre los acontecimientos que nos afectan como ciudadanos. Mucha gente coincide con que el año que está próximo a su fin nos ha traído calamidades de distintas magnitudes. Indudablemente el que termina fue un año marcado en todo el mundo por sucesos lamentables como el terrorismo, el genocidio, los desplazamientos forzados, los desastres naturales, el extremismo, la corrupción y otros infortunios incluso en el campo de la política electoral. Pero simultáneamente a nuestras lamentaciones, quizá justificadas, no debemos ignorar que el mejor modo de afrontar los problemas es mediante el pensamiento crítico y el análisis de los retos que se nos plantean, para ser capaces de romper círculos viciosos y encontrar vías de acción positiva en el futuro próximo.
Afrontar los problemas nos hace mejores, sin que sea necesario los envolverlos en un hueco optimismo, la buena disposición para la acción es sin duda una mejor actitud que ignorar los errores y volver a caer en el comportamiento que nos ha llevado hasta el punto donde nos encontramos.
A nivel socio-urbanístico, en particular en México y en su capital, vemos con claridad tres problemas que derivan del infortunio y también de la falta de previsión y de las malas prácticas en la que han incurrido los responsables de la planificación urbana y financiera de nuestras ciudades. El primero de ellos es sin duda el descuido y abuso por parte del sector de la construcción, que no ha dado mantenimiento ni revisado suficientemente el estado de las edificaciones, lo cual ha costado la vida a cientos de personas. Aunada a ello, por desgracia está la corrupción a nivel ciudadano y de un gobierno que no rinde cuentas y abusa del sistema político para beneficio particular a costa de la tranquilidad, seguridad y certidumbre de la mayoría de las personas. Por último, las recientes crisis han puesto en evidencia el nivel de precariedad de la vivienda, no solo aquella de interés social, ya que paralelamente con quienes han perdido la suya, han salido a flote quienes nunca han tenido una morada digna. Hemos constatado el fracaso del sector encargado de proveer viviendas asequibles, muchas de las cuales se encuentran incomunicadas, deterioradas y abandonadas, los gobernantes y profesionistas encargados de proveer satisfactoriamente bienes tan fundamentales como estos han fallado y deben ser reemplazados por otros que puedan demostrar su capacidad y honestidad.
Durante los últimos meses se han discutido estrategias para abordar estos tres problemas y aprovechar los sucesos negativos para avanzar más rápidamente hacia una sociedad que recupere la dignidad perdida y se vuelva cada vez más igualitaria. Se han planteado programas en distintos foros que tocan los temas de la reconstrucción, de la política de vivienda, de los créditos hipotecarios, del impero de la ley y en resumen de la restauración de la dignidad individual en el contexto metropolitano.

Es nuestra elección como ciudadanos, decidir no solo por quien votaremos en las próximas elecciones generales, sino modificar nuestro comportamiento, lo cual conlleva tomar las decisiones coherentes con nuestros deseos de mejorar. Está muy claro para todos que las crisis como las que vivimos son oportunidades para replantearnos nuestras actitudes y para solidarizarnos con nuestros conciudadanos, pero desgraciadamente si se deja pasar una oportunidad como esta, la consecuencia no solamente es la pérdida de la ocasión para solucionar los problemas, sino un paso más en sentido contrario en el camino hacia el progreso social y el bienestar humano.
Lorenzo Rocha

jueves, 21 de diciembre de 2017

GOBIERNO LUCRATIVO

Desde hace aproximadamente veinte años el gobierno mexicano ha ido gradualmente cediendo su espacio económico a la iniciativa privada. La privatización de las empresas estatales, como la telefonía, las autopistas, los hidrocarburos y otros sectores estratégicos, emprendieron su desincorporación del estado a medida que nuestro país comenzó a ser dominado por la ideología política neoliberalista y su consecuente forma de gobierno.
En lo que respecta a los sectores de la arquitectura y las artes, la relación actual con el gobierno es muy distinta a como era a finales del siglo pasado. Antes del neoliberalismo el estado era uno de los principales impulsores de la construcción de infraestructura cultural, lo cual implicaba que el presupuesto destinado a dicha actividad estaba dentro de las prioridades de la federación. La participación del gobierno en la construcción de museos, salas de conciertos y bibliotecas se ha ido reduciendo de modo sostenido hasta llegar a la situación actual en la que se ha vuelto marginal. Los edificios dedicados a la cultura y a otros servicios públicos se hacen ahora mediante asociaciones publico-privadas. Los operadores de dichas instituciones tienen entre sus tareas el financiamiento de sus centros culturales y la creación de proyectos y programas propios sin la necesidad de depender de los presupuestos oficiales.
En la actualidad hay figuras económicas nuevas que se engloban dentro de la corresponsabilidad que los empresarios privados adquieren para contribuir al financiamiento de elementos que beneficien a la población, a cambio de ciertas facilidades para ejercer sus actividades por parte la administración pública.
Estas figuras que adoptan la forma de fideicomisos y asociaciones de muy distintas índoles, son formas positivas de colaboración entre el gobierno y las empresas, teóricamente serían perfectas si contaran con el nivel de transparencia que se requiere para que su manejo financiero pueda ser accesible y claro para cualquier persona que lo necesite conocer. En cambio en un país como el nuestro, que no ha conseguido librarse del lastre de la corrupción urbanística y de la malversación de fondos públicos, las asociaciones de los sectores públicos y privados son campo fértil para actividades ilícitas

El hecho de que en la actualidad el estado se haya reducido desde el punto de vista económco, no significa que debe operar como una empresa privada y mucho menos que quienes lo encabezan se beneficies directamente de sus actividades. El gobierno no es un negocio lucrativo, es la entidad encargada de administrar los bienes que pertenecen al pueblo. Su administración debería de ser exactamente igual a la de las asociaciones civiles sin fines de lucro, las cuales deben generar recursos para su proyectos, pero no están autorizadas para repartir dividendos entre sus asociados y desde luego jamás pueden utilizarse para el blanqueo de capitales. De hecho, existe un organismo muy estricto que se encarga de la fiscalización de las asociaciones civiles, se trata de la junta de asistencia privada, la cual vigila estrechamente las actividades de dichas organizaciones. La contraloría general de la federación debería funcionar de modo perfecto para que la operación de la administración pública fiera confiable y lo mismo debería ocurrir con los controles sobre el tope de gastos de las campañas políticas. De este modo, las asociaciones entre los sectores privados y públicos funcionarían exclusivamente para el beneficio de la población y no de sus gobernantes.
Lorenzo Rocha

jueves, 14 de diciembre de 2017

DILEMAS DEL DESARROLLO

No cabe duda que existen areas cercanas al centro de la ciudad de México que tienen que ser desarrolladas, que no pueden seguir permaneciendo subutilizadas. Por ejemplo la zona industrial de Atlampa que se encuentra a escasos 5 kilómetros al noroeste del Zócalo capitalino, la cual cuenta con 80 hectáreas de terrenos que mayormente se utilizan como almacenes, aunque existen algunas fábricas que operan en la zona con serios problemas logísticos y unos cuantos edificios de vivienda que se encuentran aislados del tejido urbano. Si se cambiara el uso del suelo de dicha zona de industrial a mixto, se podría convertir en un foco de desarrollo importante para la ciudad, siempre y cuando se aprovecharan las estructuras de las fábricas que son parte del patrimonio construido de la ciudad. En Atlampa podría existir una sana combinación entre actividades productivas, innovación y buena calidad de vida, si se hiciera un plan adecuado para la colonia.
El primer obstáculo para el desarrollo inmobiliario en la zona es la irregularidad en la tenencia de la tierra, ya que grandes partes del suelo se encuentran en situaciones indefinidas. El otro gran problema ha sido la planificación deficiente y la excesiva zonificación, ya que casi todo el territorio de la colonia está reservado para usos industriales y no se permite la construcción de vivienda.
Sin embargo, la densificación de una zona como esta acarrea algunos dilemas. El más importante es: ¿cómo desarrollar el area sin expulsar a sus actuales pobladores? ¿Como transferir el potencial de desarrollo de otras areas de la ciudad sin propiciar su aburguesamiento? Está claro que emprender una estrategia de desarrollo inmobiliario en zonas como esta puede atraer inversiones en infraestructura sostenible de movilidad y en el mejoramiento del espacio público. En Atlampa existen vías de ferrocarril que dejaron de ser utilizadas hace décadas, las cuales podrían convertirse fácilmente en parques lineales y ciclopistas.
Si observamos a esta area y a la ciudad entera como un campo de fuerzas, habría que contemplar el desarrollo inmobiliario como una nueva fuerza que actúa sobre el campo e intentar evaluar a priori los efectos sociales de dicho esfuerzo. Con el mismo espíritu, habría que reflexionar qué otras fuerzas podrían resultar benéficas para la comunidad, como la instalación de colegios, universidades, instalaciones deportivas y centros para la innovación. Quizá con la búsqueda de un equilibrio entre las fuerzas, Atlampa podría resultar un ejemplo de éxito, en el cual no predomine el paradigma inmobiliario de la máxima ganancia económica con el mínimo de inversión, sino un lugar donde el objetivo primordial fuera el bienestar de los habitantes, por encima del lucro de los inversionistas. Es cierto que para hacer viable el desarrollo de una porción de ciudad es necesario que los proyectos generen ganancias para sus promotores, pero esto no se debe hacer a costa de la evolución sana del tejido urbano y social.

La ciudad de México está en un momento histórico que los arquitectos y urbanistas deben aprovechar para superar el dilema entre densificación y aburguesamiento, quizá pensar en un cambio de paradigma de un urbano clasista como el que existe ahora, hacia una práctica orientada a los beneficios sociales y a la búsqueda del equilibrio entre las fuerzas que actúan sobre la ciudad.
Lorenzo Rocha

jueves, 7 de diciembre de 2017

UTOPIA URBANA

Los tiempos que corren son poco propicios para la experimentación y la innovación dentro de las ciudades. La resiliencia, la palabra de moda habla de la capacidad de recuperación y sanación de un tejido social, pero apunta hacia la restauración de las condiciones prevalecientes, lo cual implica un casi inevitable retorno a las condiciones anteriores al colapso. El propio concepto de reconstrucción, tan discutido hoy en día en la ciudad de México, por obvios y comprensibles motivos, implica un regreso al status quo.
El continente americano fue el campo de experimentación idóneo para las ideas escritas por Tomás Moro en 1516, en su célebre texto, es literalmente la Isla de Utopía. Los colonizadores europeos encontraron en nuestras tierras la oportunidad que buscaban de librarse de las ataduras de la vieja Europa para fundar sociedades  racionales, igualitarias y libres. El resultado de nuestra ciudad, no guarda similitud con los deseos de nuestros ancestros a nivel urbano, pero si continúa entre nosotros la creencia de que siempre se puede comenzar de cero.
El momento en el que vivimos nos brinda la oportunidad de pensar en construir una mejor ciudad, no necesariamente mediante mejores o más audaces diseños, sino mejorando el contenido de la arquitectura. ¿Aprovecharemos el tiempo presente para acabar de una vez por todas con a corrupción urbanística? ¿Será el momento de cambiar los paradigmas del desarrollo urbano hacia beneficios no exclusivamente económicos?
Existen valores intangibles que se derivan de la experiencia de vivir en la metrópolis, valores que se verifican cotidianamente en el espacio público, el sentido de la solidaridad, de la comunidad y la bondad de tantas personas que habitan la ciudad y transitan por nuestras calles.
Cualquier grupo de edificios o casas por si mismo no basta para ser considerado como una ciudad, la condición monocultural de los barrios de oficinas corporativas o de los conjuntos habitacionales populares anula la posibilidad de la construcción de relaciones sanas y productivas para sus habitantes. En nuestra ciudad se siguen expandiendo constantemente  las fronteras del area metropolitana y al mismo tiempo tenemos grandes areas cercanas al centro que permanecen subutilizadas, vacías o abandonadas. La construcción de nuevas oficinas y de conjuntos de casas populares no equivale a la construcción de ciudad, se trata solamente de operaciones financieras de índole hipotecario. 

Los centros comerciales con accesos controlados y miles de metros cuadrados para estacionamientos, constituyen burbujas sociales que aíslan a sus usuarios de la experiencia directa del espacio público. El diseño de estos complejos responde a motivaciones pragmáticas como la plusvalía comercial y la búsqueda de la seguridad, factores legítimos en sí mismos pero inoperantes para el mejoramiento de los tejidos urbanos donde se insertan. En los próximos años veremos si el continuo crecimiento del desarrollo inmobiliario en la ciudad de México persiste en la aplicación de las formulas que hasta ahora le ha proporcionado el éxito que tiene, o bien habrá un replanteamiento de la actividad constructiva que no desperdicie la oportunidad que la actual situación le plantea. Nuestra ciudad necesita la introducción de una nueva corriente de pensamiento que no persiga el beneficio a corto plazo, todos sus pobladores y gobernantes debemos intentar visualizar un entorno más sano y tranquilo para la generación que nos sucederá.
Lorenzo Rocha

jueves, 30 de noviembre de 2017

ESPACIO SUBLIME



Escuchar un concierto, visitar una exposición o ver una obra de teatro son experiencias sublimes que causan profundo impacto a nivel espiritual en las personas amantes del arte. ¿Es posible experimentar una sensación similar con la arquitectura? No cabe duda que es así ya que el equilibrio, serenidad y proporciones de las obras clásicas de la arquitectura nos transmiten sensaciones sublimes. Cualquier persona que viste las pirámides mayas, los templos budistas en Japón, los palacios renacentistas en Italia o las catedrales góticas en Alemania, estará de acuerdo en la posibilidad que tiene la arquitectura de elevar el espíritu humano.
Quizá menos gente aprecia tanto a la arquitectura contemporánea como a los edificios de la antigüedad. Seguramente se debe a que la perspectiva histórica ayuda a valorar las obras de arte, lo mismo sucede con otras manifestaciones artísticas como la pintura, la música y el teatro, el público en general recibe mejor las obras clásicas que las contemporáneas. La arquitectura moderna es atractiva especialmente para los expertos en ella, pero algunas obras recientes han tenido la fortuna de ser apreciadas por todas las personas que las conocen. Tal es el caso sin duda de las obras de Luis Barragán, como la Cuadra San Cristobal, la Capilla de las Capuchinas, la Casa Gilardi y su propia casa y estudio en Tacubaya. También las obras del arquitecto japonés Tadao Ando se han convertido en “clásicos contemporáneos”, basta mencionar la Capilla de la luz, construida por él en Ibaraki, un barrio cercano a Osaka en 1989.
¿A qué se debe que exista una aparente desconexión del público con la arquitectura contemporánea? Es frecuente escuchar opiniones acerca de edificios nuevos criticándolos por ser demasiado fríos e inexpresivos, esto se debe seguramente a que la arquitectura moderna tuvo entre sus objetivos la abolición de la decoración aplicada. El público necesita de símbolos para ser capaz de leer la arquitectura y apreciarla mejor. Quizá por ello las capillas que contienen cruces como las anteriormente mencionadas, son más comprensibles y se comunican mejor con las personas que las visitan, sin necesidad de que sean expertos en la materia.
Por otra parte, el arte contemporáneo, no solamente la arquitectura, se caracteriza por su voluntad de experimentación. El contenido de la obra, no solo es relevante desde el punto de vista de la experiencia física, también tiene importancia por sus intenciones y enunciados que no se manifiestan directamente en la obra, sino a nivel conceptual. La obra arquitectónica adquiere mayor importancia cuando su autor transmite conceptos que van más allá de su expresión material en el edificio. Esto se debe a que la arquitectura responde a valores sociales que exceden a los parámetros de la belleza y la emoción. Una obra de arquitectura es importante por su forma y por su contenido, el cual en ocasiones no es visible directamente en la obra. Las personas que aprecian la arquitectura contemporánea lo hacen en primer lugar por su calidad espacial y en segundo lugar por su profundidad conceptual. Los amantes de la arquitectura valoran tanto la belleza de las obras como su misión social, la cual pone de relieve que la función de la arquitectura es la emoción y al mismo tiempo la creación de espacios para el desarrollo de las actividades humanas. 

Lorenzo Rocha

jueves, 23 de noviembre de 2017

PROYECTOS FUTUROS


La arquitectura es un proceso lento en el que se requiere de mucha paciencia, la construcción de un nuevo edificio es relativamente veloz, cuando se compara con los años que los arquitectos en ocasiones emplean en elaborar un proyecto. El proceso de materialización de la arquitectura es especialmente largo cuando se trata de edificios públicos, ya que éstos están sujetos a interminables consideraciones urbanísticas, políticas y económicas. Cuando finalmente se han concluido todas las deliberciones correspondientes a la planificación y financiamiento de un espacio público, vemos al fin realizadas las ideas que nacieron en la mente de arquitectos quizá diez o veinte años atrás. Cuando los espacios han sido concluidos llegan numerosas críticas, cuestionamientos y a veces elogios y premios al edificio en cuestión.
Los arquitectos que han conseguido completar y contemplar con éxito sus diseños, son dignos de admiración por la perseverancia y capacidad de gestión de sus proyectos. El diseño asistido por computadoras ha sido una herramienta muy útil para la promoción de las ideas arquitectónicas en los años que han pasado desde el inicio del Siglo XXI. Las infografías nos ayudan a transmitir ideas al público y a las demás personas involucradas en el proceso arquitectónico, también las maquetas a escala son de gran utilidad para comunicar los proyectos futuros, pero a veces no bastan y es necesario recurrir a métodos informáticos para mostrar los proyectos.
Gran cantidad de proyectos que hemos visto en dibujos, nunca han llegado a realizarse, pero también sus representaciones gráficas han ejercido influencia en la imaginación de los arquitectos. Casi todos los estudiantes de arquitectura han visto los dibujos de los proyectos utópicos del Siglo XIX, principalmente los de Piranesi, Boullée y Ledoux. También durante los años noventa del Siglo XX las imágenes creadas por Lebbeus Woods, sorprendieron a la comunidad internacional de arquitectos.
Pero más recientemente han surgido magníficas versiones informáticas de proyectos no realizados, como la sinagoga Hurva en Jerusalén, diseñada por Louis Kahn entre 1967 y 1974, que nunca fue construida. Las imágenes producidas por el arquitecto Kent Larsen son sorprendentes y nos muestran un proyecto que pudo bien haber sido la obra maestra del arquitecto Kahn, si hubiera sido construido. Mediante sus representaciones gráficas la arquitectura del pasado y del futuro, se encuentra accesible y es posible estudiarla, aunque sea solamente mediante las imágenes.

Lorenzo Rocha

jueves, 16 de noviembre de 2017

ARQUITECTURA MEXICANA

¿Qué noticias interesantes nos han dado últimamente los arquitectos mexicanos? ¿Cuáles son las ideas que rigen el trabajo de los arquitectos destacados recientemente en México? Desde 2011, año en el que falleció el arquitecto Ricardo Legorreta las noticias más importantes sobre la arquitectura mexicana por desgracia no han sido buenas. La arquitectura de nuestro país perdió en 2013 a Pedro Ramírez Vázquez y en 2016 a Teodoro González de León, dos de sus pilares más importantes. Podemos decir que la arquitectura mexicana se encuentra en transición, en medio de un cambio generacional. Aunque siguen con nosotros otros arquitectos importantes como Agustín Hernández y Francisco Serrano, los arquitectos que trabajamos en México, desde los recién graduados hasta aquellos próximos al retiro, estamos en distintos grados bajo la sombra de alguno de los tres maestros, o quizá de los tres simultáneamente.  Ramírez Vázquez fue pionero del estilo internacional en México y su trabajo estuvo muy estrechamente ligado a la política, González de León se dedicó a la construcción de una arquitectura monumental vanguardista representativa del entorno empresarial y del Estado mexicano y Legorreta fue un arquitecto que se aproximó al arte visual y buscó la expresión popular mexicana desde una perspectiva elitista.
Los arquitectos actuales conocen bien a sus predecesores incluso a los más remotos en el tiempo como Luis Barragán, cada uno ha decidido su aproximación a la profesión y ha intentado imprimir su visión personal en los proyectos, más allá de las referencias históricas. Un factor que ha marcado el trabajo de los arquitectos actuales en nuestro país es sin duda el contexto social, político y económico. Las condiciones que han predominado en el país durante los últimos 30 años, han obligado a los arquitectos a asumir una actitud flexible y pragmática, ya que el ejercicio de la profesión se ha tornado cada vez más difícil. Frente a la inseguridad que priva en el país, han proliferado las comunidades aisladas del contexto urbano con altas bardas y vigilancia constante, los arquitectos han tenido que adaptar sus diseños a ello. En cuanto a la proliferación de conjuntos de vivienda popular en las periferias remotas de las ciudades, los profesionistas de la arquitectura que han participado en ellos han debido buscar los mejores modos posibles para resolver las viviendas y servicios que corresponden a los nuevos asentamientos. Por otra parte, cierta estabilidad y crecimiento económico han propiciado la construcción de edificios corporativos de gran altura en las grandes ciudades del país y a la par de esto los arquitectos mexicanos han participado activamente en los múltiples proyectos de desarrollo inmobiliario que se han realizado durante los últimos años.

Hemos visto el crecimiento de un buen número de profesionistas de buena calidad dentro del gremio arquitectónico y algunos proyectos han alcanzado un nivel aceptable comparados con sus similares en otros países del mundo. Por desgracia no hemos visto desde hace tiempo un espíritu de experimentación ni de innovación destacable en los arquitectos mexicanos, quizá es un momento inadecuado para asumir los riesgos que conllevan los cuestionamientos al statu quo, necesario para la expresión de posturas inconformistas. Los arquitectos de la vanguardia mexicana han intentado cierto grado de especulación formal, con diseños audaces e incluso espectaculares en algunos casos, sin embargo dichos esfuerzos no han sido suficientes para ser considerados protagonistas de la vanguardia arquitectónica a nivel mundial.
Lorenzo Rocha

jueves, 9 de noviembre de 2017

ARQUITECTURA POSCRÍTICA

Durante las dos primeras décadas del siglo XXI, hemos visto como la
arquitectura se ha ido acercando cada vez más a las técnicas y estrategias propias de los negocios inmobiliarios. La lógica financiera ha sido siempre uno de los parámetros más importates que los arquitectos deben tomar en cuenta para sus proyectos, pero ahora ambos campos se han ido entremezclando gradualmente hasta el punto en el que los arquitectos se han visto forzados a adquirir conocimientos básicos de administración y algunos de ellos incluso se han convertido en especialistas dentro del ámbito de los bienes raíces.
El proceso de acercamiento entre arquitectura y finanzas tiene poco impacto real sobre el aspecto estético de la arquitectura, ya que la viabilidad económica es una condición ineludible para toda obra. Quizá una consecuencia negativa del acercamiento entre ambas disciplinas, ha sido el creciente pragmatismo que han adoptado los arquitectos, quienes buscan el éxito económico, abandonado a veces su intención crítica. Es bastante claro que la arquitectura concebida como negocio, difcilmente puede expresar conceptos críticos. El arquitecto holandés Rem Koolhaas, ha sido un personaje central en la discusión sobre el pragmatismo en la arquitectura. Desde 1978, cuando publicó su célebre libro “Delirio de Nueva York”, habló del hecho de que en las motivaciones profundas de los arquitectos existe una parte que definitivamente no puede ser crítica. Por ello es que Koolhaas ha sido considerado por los teóricos más relevantes en la actualidad como el principal abanderado de la arquitectura poscrítica.
La arquitectura de Koolhaas no parece resistirse al statu quo como lo plantearon los arquitectos y teóricos críticos, más se presenta como un producto de éste.
Quizá el agotamiento de la discusión crítica se haya debido a que quienes la iniciaron, la abordaron desde puntos de vista estéticos e históricos. Más recientemente el trabajo de arquitectos relativamente jóvenes como Anne Lacaton, Jean Phillipe Vassal y Alejandro Aravena, han realizado obras con un alto contenido social, que no desdeñan al entorno financiero y político de sus contextos, pero intentan mejorar las condiciones de vida de los habitantes de sus edificios y casas, sin que el bienestar sea solamente accesible a las personas con alta capacidad adquisitiva. Coincide esta búsqueda de proyectos igualitarios con la adopción de métodos participativos de diseño y con una implicación más intensa de los arquitectos en el activismo vecinal, ambas prácticas democráticas pueden ser consideradas también como posturas críticas frente a la cultura dominante.
Lorenzo Rocha

jueves, 2 de noviembre de 2017

LENGUAJE SECRETO

En su intento de ruptura con el pasado, los arquitectos modernistas crearon un lenguaje arquitectónico autoreferencial. Dicho lenguaje se fundamenta en la ausencia de la ornamentación. Me refiero principalmente a Adolf Loos, Le Corbusier y sus contemporáneos, quienes consideraron a la arquitectura del siglo XIX como decadente y comenzaron a diseñar sus proyectos usando exclusivamente elementos constructivos funcionales desde la primera década del siglo XX. En su texto publicado en 1908 con el título “Ornamento y delito”, Loos sienta las bases de la desaparición sucesiva de los adornos aplicados a la arquitectura, dándoles el carácter de ‘“arte degenerado” y declarando que “La evolución cultural equivale a eliminar el ornamento del objeto de uso cotidiano”.
Cuando observamos obras de arquitectos anteriores a ellos también considerados modernos, como Frank Lloyd Wright y Otto Wagner, nos damos cuenta que aún no habían abolido completamente la decoración aplicada a sus proyectos, sin que ello demeritara en absoluto su calidad espacial y su solidez conceptual. Sin embargo, el uso de técnicas decorativas como los vitrales y los azulejos, no afectó la pureza ni la capacidad expresiva de sus obras, al contrario, contribuyó a aumentarlas.
El dogma  de la estética purista en arquitectura, comenzó con las analogías de la arquitectura con las máquinas, paralelismos promulgados por Le Cobursier en su revista “L’esprit Nouveau” (“El nuevo espíritu”). la cual apareció mensualmente de 1920 a 1925. La abolición del ornamento es parte primordial del espíritu modernista hasta la fecha, ya que el academicismo en la arquitectura sigue apegado a sus reglas originales. En 1914, Le Corbusier diseño un prototipo para vivienda industrializada la cual llamó “Maison Dom-ino” (“Casa Dominó”), la cual consistía en un modelo simplificado de losas y columnas de concreto armado, como respuesta a la escasez de vivienda en el norte de Francia, derivada de la destrucción de numerosas poblaciones en la región, debida a la Primera Guerra Mundial. El proyecto se componía de pequeñas unidades para habitación, las cuales podían se colocadas como fichas de dominó para dar origen a conjuntos habitacionales. Es interesante retomar la visión del arquitecto estadounidense Peter Eisenman, quien en un texto publicado en 1979, declara que en su opinión “lo que hace que el trabajo de Le Corbusier sea auténticamente modernista es su aspecto autoreferencial, lo cual lo convierte en un signo autónomo como una arquitectura acerca de la arquitectura”, refiriéndose a la Casa Dominó
El lenguaje autoreferencial de la arquitectura moderna es en parte la característica que ha alejado a la gente común de la discusión arquitectónica académica, llevamos décadas haciendo arquitectura para arquitectos y dejando de lado los deseos y aspiraciones de las personas que habitan nuestros espacios.

Es momento de repensar si la labor del arquitecto cumple con su función social cuando su principal meta es complacer a los críticos y a quienes juzgan la calidad artística de las obras y no a sus destinatarios finales. Una arquitectura que no toma en cuenta al usuario o habitante no solamente resulta alienante, esa todas luces una manifestación de falta de ética profesional por parte de quien la realiza. 
Lorenzo Rocha

jueves, 26 de octubre de 2017

NECESIDAD CRÍTICA

Es lógico y comprensible que las discusiones académicas sobre arquitectura estén alejadas hasta cierto punto de las cuestiones prácticas que rodean a la realidad cotidiana de las personas. Pero existen algunos argumentos que si se consiguen explicar con claridad, pueden llegar a ser recomendaciones útiles para la práctica profesional de los arquitectos. El hecho de que la arquitectura es un producto de la cultura y que está ligada inevitablemente al tiempo y al lugar donde se localiza, es un aspecto que es fácilmente aceptable y comprensible para casi cualquier persona. Las contingencias que afectan a la arquitectura son notablemente más visibles en tiempos de crisis. ya sea económica, humanitaria, o de otro tipo, como en casos de emergencias derivadas de desastres naturales.
El teórico estadunidense Michael Hays, quien es profesor en Harvard y dirigió el área de arquitectura del Museo Whitney en Nueva York durante nueve años, escribió en 1984 un importante texto sobre la arquitectura crítica, el texto lleva el título “Arquitectura crítica: entre cultura y forma” (publicado en el número 21 de la revista Perspecta, del Instituto Tecnológico de Massachusetts). En su texto, Hays define a la arquitectura crítica como: “aquella que
simltaneamente se resiste a aceptar las operaciones conciliatorias y autoafirmativas de la cultura dominante, mientras que permanece irreducible a una estructura puramente formal y dislocada de las contingencias del tiempo y lugar donde se localiza”. Si bien es cierto que se trata de una definición un tanto compleja, es muy rescatable hoy en día pensar en formas de hacer arquitectura que sean independientes del statu quo. Desde que se inició la discusión académica sobre el aspecto crítico de la arquitectura, han surgido numerosos argumentos a favor y en contra de la tesis de Hays, en el ámbito académico de la costa este de los Estados Unidos. Tal ha sido el debate, que se ha considerado obsoleto el concepto crítico arquitectónico y éste ha sido sustituido por posturas más relajadas que consideran a la arquitectura actual como “poscrítica”.
Invito a mis colegas a reabrir la discusión crítica sobre la arquitectura que hacemos, ya que en nuestro contexto lo que necesitamos de la arquitectura son posturas más críticas que condescendientes con las condiciones políticas y económicas que privan en la actualidad, ya que la dimensión de los problemas que enfrentamos actualmente, como la falta de vivienda y el caos urbanístico, no se solucionarán solo con formas bellas. Retomo el enunciado de la bienal de arquitectura de Venecia del año 2000, la cual fue curada por Massimiliano Fuksas: “Menos estética, más ética”, este es el eslogan que propongo para la reconstrucción de nuestra ciudad y de las poblaciones derrumbadas por los recientes sismos.
Lorenzo Rocha

jueves, 19 de octubre de 2017

ACTITUD


Es notable el modo como expresan sus ideas los arquitectos franceses Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal, autores del proyecto para la remodelación del Palais de Tokio (2008-2010), el célebre museo y centro de arte parisino, proximo a los jardines de Trocadero. La lucidez de la pareja de arquitectos, junto con Frédéric Druot, ha dado origen a exitosos proyectos de vivienda, como la ampliación de la Torre de apartamentos en Bois-le-Prêtre, al norte de París, proyecto realizado con el espíritu de aprovechar la construcción existente y ampliar los apartamentos, para aumentar sus áreas y mejorar su calidad espacial sin que fuera necesario desocuparlos.
En un libro recientemente publicado con el titulo “Actitud” (Editorial GG, 2017) el público en general puede conocer muchas de las ideas que se encuentran detrás de los proyectos arquitectónicos de la dupla. La libertad estructural, la eficiencia económica y la generosidad espacial son tres de los conceptos que rigen el trabajo del estudio parisino, lo cual liga sus proyectos a una extrema racionalidad. Sin embargo, en algunas de sus respuestas en la entrevista que sostienen con Patrice Goulot, expresan ideas subjetivas, respecto a valores sociales como la percepción del lujo, el ahorro y los antecedentes históricos presentes en los sitios donde han realizado sus proyectos. A pesar de que han obtenido premios importantes como el Gran premio nacional de arquitectura en Francia en 2008, no han seguido las fórmulas alcanzadas en sus proyectos exitosos. Hablando sobre su proceso creativo, Jean-Philippe Vassal responde: “Cada proyecto parte desde cero, no partimos de ideas a priori. Es necesario trabajar, discutir, visitar el lugar, seguir lineas de trabajo que más tarde serán abandonadas (…) Gracias a que apenas dibujamos, no nos quedamos bloqueados en una imagen.”
La actitud crítica de la pareja de arquitectos ha sustituido a su estilo formal, las imágenes de sus proyectos han sido sobrepasadas por sus ideas, se trata de profesionales que no han buscado el protagonismo mediante las formas espectaculares de los edificios. La arquitectura de Lacaton y Vassal es una lección constante de humildad e inteligencia, su espíritu crítico y su inconformismo con el statu quo, se leen claramente en los resultados espaciales de sus proyectos. La trayectoria del estudio durante los últimos 25 años nos muestra una evolución permanente de sus conceptos que han dado resultados muy interesantes sin necesidad de las acrobacias formales que caracterizan a los proyectos de los llamados “arquitectos estrella”. Utilizando materiales y técnicas aparentemente ajenas a la arquitectura, como los invernaderos agrícolas, los arquitectos han conseguido ampliar significativamente los espacios útiles y habitables de sus proyectos habitacionales, regular mejor la temperatura de las casas y reducir el consumo energético. Como ejemplo de ello destaca la casa Latapie, construida con escasos recursos en los suburbios de la ciudad de Burdeos, en 1993.
Respecto al trabajo del estudio parisino, nos encontramos frente a una arquitectura que elude a la imagen, cuyo esencial contenido crítico se refleja en la postura filosófica de sus autores, la cual se traduce directamente a los espacios construidos y en el beneficio de los usuarios, quienes a su vez valoran mejor sus viviendas, lugares de trabajo, museos y escuelas, debido al conocimiento de que sus necesidades físicas y psicológicas fueron tomadas en cuenta constantemente por los creadores de los espacios que habitan.

Lorenzo Rocha

jueves, 12 de octubre de 2017

EDIFICIOS INVISIBLES


En estos días han circulado en medios impresos y electrónicos, múltiples reflexiones derivadas de la situación de las miles de personas que han perdido su hogar por causa del reciente terremoto que golpeó a la ciudad de México y a numerosas poblaciones en los estados de México, Morelos, Puebla, Oaxaca y Chiapas. Como hemos señalado, todas estas personas, sumadas a los millones de personas que viven en la informalidad, requerirán de una vivienda nueva. Es muy clara la movilización de los medios profesionales compuestos por arquitectos, ingenieros y urbanistas para proponer soluciones ante la situación de emergencia. Seguramente también las universidades donde se imparten estudios en dichas disciplinas, intentarán plantear ideas y proyectos con los mismos fines. Espero que la búsqueda de soluciones al problema de la vivienda no se pierda en consideraciones utópicas y sobre todo, no se norme por las leyes del mercado inmobiliario, sino por el interés en el bien común.
La fuerza de la costumbre genera la normalización de situaciones ilógicas e inadecuadas. Quienes transitamos por el centro histórico nos hemos acostumbrado a ver diairiamente el edificio inconcluso que se encuentra en la esquina del Eje central Lázaro Cárdenas y Arcos de Belén, a fuerza de verlo una y otra vez nos hemos visto en la necesidad de aceptar su terrible aspecto, a la vez que su anormal circunstancia. El edificio de 15 pisos se quedó inconcluso hace 32 años ya que su estructura falló durante los sismos de septiembre de 1985, desde entonces sus propietarios no han tomado ninguna acción, no lo han reestructurado, ni han intentado demolerlo, a pesar de que por ley deberían hacerlo ya que su mal estado pone en peligro a las construcciones aledañas y a los viandantes. Tampoco la administración pública ha cumplido con su deber de garantizar la seguridad de las personas que habitan en sus alrededores. En ese edificio, podrían vivir aproximadamente 900 personas, si se hicieran las adecuaciones necesarias a la estructura y a la distribución interior de los espacios, pero parece que de momento se mantendrá como está, ante la pasividad de sus propietarios y las autoridades.
Tristemente no es el único caso de espacios ociosos dentro de la ciudad, en cada colonia encontramos casas y edificios abandonados y terrenos baldíos donde antes hubo construcciones que colapsaron o fueron demolidas. Está claro que la situación de estancamiento de todas esas propiedades responde a la especulación inmobiliaria. La actitud del especulador es reprobable desde el punto de vista ético, ya que congela el potencial de su propiedad en espera de mayores ganacias, mientras el suelo se encarece y la población continúa sin acceso a vivienda digna. En tiempos como el presente, la sociedad debería exigir a las autioridades que impongan coutas especiales a quienes especulen con el suelo urbano, para desalentar este mecanismo pernicioso y contribuir a solucionar los problemas a los que nos enfrentamos.

Lorenzo Rocha

jueves, 5 de octubre de 2017

DAMNIFICADOS

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Durante la última semana hemos escuchado a mucha gente que ha expresado su intención de colaborar en la reconstrucción de las casas y edificios destruidos durante los terremotos del pasado mes de septiembre, tanto en la capital como en las demás poblaciones afectadas. Se trata sin duda de muestras de gran generosidad y de genuino interés por contribuir a mejorar el estado de las cosas después del desastre.
Antes de comenzar un esfuerzo serio y profesional de reconstrucción, sería de gran importancia definir sus parámetros. Los damnificados, las personas que sufrieron daños por el desastre, son sin duda millones, no solamente los directamente afectados. Sin duda se trata en primera instancia de quienes perdieron sus hogares, escuelas y lugares de trabajo, estas personas son las que requieren ayuda con mayor urgencia, pero también es necesario tomar en cuenta a quienes carecen de vivienda digna, no necesariamente por efectos de los desastres, sino por su nivel de pobreza.
Una experiencia que deriva del terremoto de 1985 es que la desigualdad y la pobreza se hicieron aún más evidentes durante la catástrofe, a los albergues construidos para atender a los daminificados, se presentaron numerosas personas que ya vivían en la miseria desde antes del desastre. Hasta hace algunos años aún vivían en la colonia Roma personas que construyeron casas de cartón en los terrenos donde se habían colapsado algunos edificios, dichos “albergues temporales”, permanecieron habitados por más de 20 años, otros aún existen en la periferia de la ciudad. Esperemos que esto no suceda de nuevo, que los refugios temporales no se conviertan en moradas definitivas. Los recientes sismos nos han recordado que al menos en la ciudad de México, existen decenas de edificios en peligro de colapsar y que una buena parte de la construcción dañada hace 32 años nunca se reparó y continúa abandonada, además de los numerosos terrenos baldíos que no han sido aún edificados.
Considero que un plan de reconstrucción debe intentar incluir también a la población que vive permanentemente en condiciones precarias. Parece injusto que se vayan a construir casas nuevas para quienes perdieron las suyas recientemente, excluyendo a quienes nunca han tenido una vivienda de buena calidad.
Es obvio que la reconstrucción no es una tarea exclusiva del estado, como tampoco lo es la construcción sólida de viviendas, asi como la actuación socialmente responsable de los empresarios del sector inmobiliario. Si abordamos el problema positivamente, el esfuerzo de reconstrucción que enfrentaremos durante los próximos meses y años resultará en la mejoría de las condiciones de vida de toda la población, para que en desastres futuros haya cada vez menos damnificados y también disminuya la cantidad de personas desposeídas, que es alarmante en nuestro país.

Lorenzo Rocha

jueves, 28 de septiembre de 2017

RECONSTRUCCIÓN

Nada de lo que hagamos en los próximos meses y años devolverá la vida a las 327 personas que murieron en los terremotos de la semana pasada, ni a las 98 personas fallecidas el 7 de septiembre en el sureste del país. Quienes quedamos con vida sí que debemos replantearnos muchas cosas que el desastre ha puesto en evidencia. La primera de ellas no tiene ninguna relación con la arquitectura ni el urbanismo, sino con la capacidad de auto organización. Si bien es notable la manera en que las emergencias disuelven todas las barreras del individualismo,¿Porqué los mexicanos no nos comportamos siempre con la misma solidaridad? ¿Porqué estamos regresando poco a poco a nuestra rutina cotidiana sin mirar hacia atrás y ver la dimensión del fenómeno social que estamos presenciando?
Por desgracia el comportamiento “normal” de nuestros conciudadanos es predominantemente mezquino y egoísta. Debemos afrontar que vivimos en una sociedad basada en los privilegios, apenas cualquiera de nosotros se ve en una circunstancia en la que tiene poder, ya sea político o económico, lo aprovecha para ampliar las desigualdades e injusticias que privan en el ámbito publico y privado a nivel nacional.
El terremoto del 19 de septiembre nos recuerda la tristeza de todo lo que no ha sido reparado y reconstruido en la capital del país desde la misma fecha hace 32 años, además el atraso que viven nuestros compatriotas en poblaciones como Juchitán y Jojutla y otras muchas en los estados de México, Puebla, Morelos, Chiapas y Oaxaca.
Es el momento de plantearnos la reconstrucción de las casas y edificios dañados, pero antes de dar el primer paso invito a los arquitectos y constructores a preguntarse cómo lo quieren hacer. ¿Conviene seguir con la visión a corto plazo del máximo beneficio con el mínimo esfuerzo? ¿Servirá esta experiencia para acabar definitivamente con la corrupción urbanística? ¿Es lógico demoler centenares de casas solamente porque son de adobe?
Aunque se trata de temas de los cuales conviene reflexionar a fondo, parece natural responder negativamente a las anteriores cuestiones.
Es inevitable que el dolor que sentimos ahora dificulte nuestra capacidad de autocrítica, pero al mismo tiempo, los tiempos desafortunados tienen un efecto positivo sobre las mentes lúcidas. Hemos sido testigos de una enorme sensatez generalizada en el pueblo de México, esperemos que no se agote en los próximos días y que sepamos aprovecharla para tomar las decisiones que más nos convienen a todos, no aquellas que nos benefician individualmente.

La gente ha hecho un gran sacrificio ayudando a los demás sin descanso, arriesgando sus vidas, donando víveres y medicinas, incluso dando dinero a las organizaciones civiles. Ahora necesitamos personas inteligentes, honestas y serenas para reorganizar a la sociedad, para reconstruir nuestros pueblos y ciudades. Espero que la tragedia que estamos viviendo no sea tierra fértil para el oportunismo, la manipulación de la conciencia, la especulación inmobiliaria. Espero que de esta triste época nazca un espíritu nuevo que termine con la idea de los “otros”, para que sea sustituida por un gran “nosotros”.
Lorenzo Rocha

jueves, 21 de septiembre de 2017

MALOS RECUERDOS

Este 19 de septiembre los capitalinos con más de tres décadas de vida, estábamos recordando la misma fecha pero del año 1985 por el trágico sismo ocurrido entonces, con un rutinario simulacro. Decía el gaucho Martín Fierro, el personaje de la epopeya escrita por José Hernández: “Olvidar las cosas malas también es tener buena memoria”. Quienes vivimos aquel desastre nunca lo olvidaremos, pero la mayoría ya habíamos sanado de las heridas provocadas por la tristeza de aquel día.
Por eso es tan triste enterarnos hoy de las decenas de personas fallecidas en el sismo del pasado martes en los más de cuarenta edificios colapsados en la ciudad de México y en los estados de Morelos y Puebla. La sensación de miedo y desesperación que vivimos en las calles nos recuerdan lo ocurrido hace 32 años, una ciudad que parecía encontrarse en medio de una guerra. Se vivió un estado de pánico en el centro histórico, por lo inquietante que resultaba caminar entre cristales rotos y trozos de ladrillos caídos desde las fachadas de los edificios. El paseo de la Reforma se vio inundado de miles de personas que fueron evacuadas de los edificios de oficinas, las cuales no encontraban medios de transporte para volver a sus casas y reunirse con sus familias.
Los terremotos son parte fundamental de la memoria urbana de nuestra ciudad, quizá sean sus peores recuerdos. Sin embargo, la solidaridad entre las personas, hasta cierto punto mitiga los efectos del desastre. Como sabemos, algunas cicatrices de sismos anteriores aun prevalecen, la ciudad se reconstruye de manera desigual y sería extraño pensar que esta será la excepción.
La vulnerabilidad ante los fenómenos naturales de tipo telúrico o bien hidrológico se notan especialmente en los ambientes urbanos, por desgracia forman parte inevitable de la vida en las grandes ciudades. Hasta cierto punto paralizan a una ciudad tan compleja como la nuestra, pero al mismo tiempo fortalecen su tejido social. Quizá el motivo del efecto positivo que tienen los desastres naturales sobre la sociedad deriva del hecho que son fenómenos “democráticos”, en el sentido de que afectan a toda la población por igual, sin importar las diferencias económicas, ideológicas o demográficas que existan entre los habitantes.
Los recientes fenómenos naturales como son los sismos, huracanes y tormentas se han atribuido parcialmente a explosiones solares inusitadas y también al calentamiento global. Podría ser simple coincidencia, pero estos últimos meses han estado marcados por la incidencia extraordinaria de dichos desastres en lugares densamente poblados. Esperemos que pronto pase esta mala época, ya que las consecuencias de dichas calamidades tardarán meses y quizá años en ser superadas, especialmente lo que se refiere a la pérdida de vidas humanas.
Lorenzo Rocha

martes, 19 de septiembre de 2017

ENTREVISTA CON PAUL ARDENNE

UN ARTE CONTEXTUAL EN MÉXICO

Paul Ardenne (Charente, Francia, 1956) escribió en 2002 el libro “Un arte contextual” (traducido al español en 2006 y publicado por el Cendeac en Murcia, España). El autor describe este tipo de arte como una forma característica de expresión de los artistas que desde el inicio del siglo XX, han optado por abandonar los espacios expositivos institucionales, galerías y museos, para trabajar en las calles, en las plazas públicas o en el campo abierto. Dichos artistas han decidido dejar su trabajo de taller para producir piezas ligadas a lo cotidiano, las cuales son casi siempre efímeras y se relacionan estrechamente con el contexto en el que se producen. Dentro de este tipo de obras de arte, se cuentan las intervenciones en el espacio público que van ligadas a la participación de las personas comunes, que se convierten en espectadores de las acciones u obras, a veces casualmente. 
Ardenne ha visitado la ciudad de México en varias ocasiones desde los años setenta, durante esta vista participará en la producción de un libro sobre el artista mexicano Rivelino y su trabajo en el espacio público. Su opinión sobre nuestra ciudad es interesante, ya que durante sus vistas ha observado la manera como la metropolis se ha ido expandiendo en los núcleos de riqueza siempre cercanos al centro de la ciudad y de este modo ha ido siempre desplazando a la pobreza gradualmente hacia la periferia, lo cual él llama “Urbanismo de clase”. 
El escritor y crítico francés considera que nuestra ciudad es un campo fértil para la producción de piezas artísticas contextuales, ya que las condiciones sociales, económicas y ambientales permiten la participación de los ciudadanos en proyectos artísticos.
¿Cuáles elementos de la obra de Rivelino le resultan más interesantes desde el punto de vista del arte contextual?
Antes de este viaje, solo había visto fotografías de tres obras de Rivelino que me habían interesado: “Nuestros silencios”, la serie de esculturas que el artista ha instalado en varias ciudades europeas, “Raíces”, una intervención escultórica que se realizó solamente en la ciudad de México y “You”, una escultura compuesta de dos grandes dedos con un espacio intermedio. En principio yo había catalogado la obra de Rivelino, como escultura de fácil lectura, accesible al público no especializado, cuyas formas se relacionan con el público de manera automática. Ahora que lo he conocido mejor, he visto que su trabajo tiene referencias más profundas en la “escultura social” propuesta por Joseph Beuys en los años sesenta, es decir, se trata de piezas de escultura que no están hechas solamente para ser contempladas, sino para ser “experimentadas” por el público. Por ejemplo, las piezas que componen la obra “Nuestros silencios” al ser colocadas en el espacio público, nos transmiten la idea del silencio social y político. Rivelino es un artista que comenzó produciendo en su taller y que ha buscado una mayor dimensión comunicativa para su trabajo, mediante sus instalaciones en el espacio público. Probablemente por esta razón, el artista utiliza formas reconocibles, que tienen un lenguaje simbólico universal y pueden ser entendidas fácilmente por el público. Sus obras son concebidas en el taller, para pasar a ocupar el espacio abierto, como una estrategia para conseguir la máxima dimensión comunicativa posible, al utilizar el espacio público para mostrar sus obras. La estrategia de los aristas en el espacio público es la puesta en tensión de sus obras con el espacio de la ciudad concebida como “un museo sin muros”.
¿Qué artistas mexicanos conoce, que le parezca que han desarrollado adecuadamente su obra en el contexto de la ciudad de México? 
Conozco el trabajo de Minerva Cuevas, quien exalta la conciencia colectiva dentro del trabajo de artistas latinoamericanos frente a las condiciones que les impone la cultura occidental. También me interesa especialmente el trabajo de Santiago Sierra, quien a pesar de ser español, ha desarrollado numerosas acciones en la ciudad de México. Recuerdo aquella ocasión en la que Sierra bloqueó por algunos minutos el Anillo periférico sur a la altura de la avenida Insurgentes, colocando un camión en sentido transversal al flujo vehicular, una acción en la que encuentro un gran contenido geométrico (“Obstrucción de una vía con un contenedor de carga”, 1998). Me interesa su idea de “Estética remunerada”, mediante la cual paga a las personas para participar en sus acciones. En 2004 visité una exposición de pintura en la cual Sierra presentaba cuadros negros pintados con fuego proveniente de la llamas expulsadas por un grupo de personas que trabajaban como “tragafuegos”, a los que contrató en las calles. Algunos otros trabajos de Sierra, también están informados por artistas estadunidenses como Robert Morris, quien en 1969 creó esculturas con humo, “la forma que escapa a la forma”.
¿Cual es el principal soporte material de las obras de arte contextual, el objeto, la acción o la documentación?
No existe ningún modelo único para las obras de arte contextual, su matriz principal es la ocasión y la oportunidad de que el arte entre en contacto con el contexto. Un artista contextual no puede programar ni controlar la reacción del público frente a su trabajo. Los artistas llevan sus intereses particulares al campo abierto de distintas maneras, sus intenciones no son las de decorar el espacio público, sino buscar oportunidades de interacción con otras personas. En muchas ciudades el arte público ha sido utilizado por los ayuntamientos con fines de manipulación y control político mediante el entretenimiento. En reacción a ello, últimamente los artistas contextuales han intentado hacerse invisibles, realizando acciones furtivas apartadas de la vista del público, en las cuales no crean objetos, ni documentación, solo se trata de acciones efímeras en el espacio público.
¿Dónde queda la noción de autor en dichas obras invisibles?
Muchos artistas contextuales han renunciado a la visibilidad propia de su actividad y han cedido su protagonismo en favor del público. Estos artistas renuncian a ser identificados y a firmar sus obras y por lo tanto no obtienen reconocimiento por ellas. Es un fenómeno interesante de “trans-narcisismo” entre el artista y su público, un intercambio de roles dentro de la ciudad. La satisfacción del artista se desplaza fuera de su necesidad de reconocimiento a un plano más complejo de investigación personal, no todo lo que hacemos está ligado a la obtención de reconocimiento o beneficios directos.
Dentro del presente contexto, ¿qué lugar ocupa ahora la escultura monumental en el espacio público?
La escultura urbana ha existido siempre por razones simbólicas, para representar y rendir homenaje público al poder religioso, político y económico. Lo que ha cambiado en nuestros días es que la población urbana reacciona de modo cada vez más negativo hacia los monumentos que le son impuestos por la gente en el poder. El público actual en general aprecia más las manifestaciones artísticas efímeras, que se instalan en la ciudad por poco tiempo. El arte actual responde a la concepción pasajera que tenemos del mundo, anteriormente las personas estaban obsesionadas por sus raíces, mientras que ahora la movilidad y la libertad es más atractiva que las estructuras rígidas y permanentes.
Lorenzo Rocha

jueves, 14 de septiembre de 2017

URBANISMO CLASISTA

La ciudad de México es una urbe policéntrica, desde luego el núcleo principal de la ciudad es el centro histórico, ya que hasta mediados del siglo XIX, lo que ahora es el centro solía ser la ciudad entera. A medida que la ciudad fue creciendo, las nuevas colonias requirieron de infraestructura y vialidades, esto se hizo lentamente al principio, dejando cierto lugar para la planificación. Pero a partir de los años cincuenta, debido a la explosión demográfica y la migración de personas del campo a la ciudad, el gobierno perdió el control del fenómeno de crecimiento urbano. Los pueblos aledaños a la ciudad fueron materialmente inundados por la mancha urbana y sus centros se convirtieron en los núcleos de los nuevos barrios. Esto sucedió primero en Tacubaya y Mixcoac, para extenderse más adelante hacia el sur a Coyoacán, Tlalpan y demás localidades conurbadas en todas las direcciones.
El modelo de desarrollo urbano de nuestra metrópolis genera niveles de desigualdad intolerables para la población. Las inversiones en infraestructura, vialidades y equipamiento urbano se hacen principalmente en los núcleos urbanos tradicionales o en nuevos centros de desarrollo, siguiendo siempre el criterio de fortalecer la economía local mediante la creación de polos de crecimiento, que favorecen a los negocios inmobiliarios y comerciales lucrativos, de los que se benefician principalmente las empresas privadas.
De este modo, vemos como el gobierno invierte en zonas históricas para fomentar el turismo, o bien las empresas promotoras crean nuevos conjuntos habitacionales, comerciales y para oficinas de gran lujo y con la mejor calidad en sus servicios, mientras que la vivienda popular afuera de los polos de desarrollo mantiene sus condiciones precarias.
Basta con observar los contrastes con los que nos encontramos si recorremos la ciudad desde el Zócalo hasta su límite oriente. Primero veremos los edificios históricos y las calles recien renovadas, después comenzaremos a ver barrios comerciales menos aseados y ordenados, al cruzar la avenida Circunvalación, el paisaje urbano cambia notablemente. Siguiendo hacia el este al pasar más allá del aeropuerto veremos que la degradación urbana irá en crecimiento hasta llegar al límite del Circuito exterior mexiquense, donde las construcciones son de calidad realmente muy baja.
La forma urbana de la capital del país y su modelo de desarrollo no es más que un reflejo de nuestra realidad nacional, la cual está determinada por la inequidad en la distribución de la riqueza y por lo tanto, la deficiente calidad de vida de la gran mayoría de sus habitantes.
Lorenzo Rocha

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