jueves, 10 de agosto de 2017

HUMANISMO

 
La idea de ciudad concebida por el célebre sociológo francés Henri Lefebvre como la “obra perpetua de los habitantes, a su vez móviles y movilizados por y para esta obra”, resalta el factor humano del urbanismo. El autor de “El derecho a la ciudad” (Le droit á la ville, libro publicado en 1968) también hace una distinción importante entre lo que considera la ciudad y lo urbano, lo cual caracteriza como “la ciudad menos su arquitectura”. En las trascendentes reflexiones de Lefebvre se nota una tendencia hacia el humanismo dentro de la ciudad, lo cual cada vez está adquiriendo más relevancia en la teoría y crítica respecto a la arquitectura que se hace en la actualidad.
De un modo similar, podríamos plantear una arquitectura que diera prioridad a la gente, por encima de la estética formal. La dimensión ética de la arquitectura, que va más allá de las formas espectaculares y escultóricas, se relaciona necesariamente con la expresión mediante la arquitectura de los valores y aspiraciones de la sociedad para la que se construye, en el tiempo y lugar donde se origina.
Pero incluso los arquitectos que han asimudo una actitud crítica que reflejan en sus proyectos, se enfrentan a una paradoja entre sus ideas y lo que son capaces de plasmar en sus construcciones. Dicha paradoja o discordancia entre las ideas y los hechos, tiene que ver con la cualidad dinámica con la que las personas habitan el espacio, algo parecido a lo que se refiere Lefebvre con su idea de movimiento respecto a la ciudad. Los mecanismos de participación ciudadana contribuyen a planificar mejor las construcciónes, cuando se involucra a las personas en la auténtica toma de decisiones. Sin embargo, desde los años setenta la participación ciudadana ha ido perdiendo validez, sobre todo por que el abuso por parte de las administrciones públicas la ha convertido en un instrumento demagógico.
Finalmente el paso del tiempo también afecta la percepción humana del espacio arquitectónico, en la mayoría de las ocasiones en forma negativa. En pocos casos, un edificio obsoleto puede ser mejor si se redapta a nuevo uso, que un edificio construido desde cero. Este fenómeno se debe a que los edificios antiguos que aun subsisten en pie, han perdido la carga simbólica de la sociedad que les dió origen, aparecen ante nosotros como objetos neutrales o cuya edad despierta sentimientos nostálgicos. Por ello es que algunas veces son mejor recibidos por el público que las construcciones nuevas, los arquitectos que se dedican a la restauración y adaptación de edificios históricos frecuentemente se encuentran en situaciones más solventes frente al humanismo de la arquitectura, que aquellos que se enfocan a la innovación.

Lorenzo Rocha

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