La idea de ciudad
concebida por el célebre sociológo francés Henri Lefebvre como la “obra
perpetua de los habitantes, a su vez móviles y movilizados por y para esta
obra”, resalta el factor humano del urbanismo. El autor de “El derecho a la
ciudad” (Le droit á la ville, libro
publicado en 1968) también hace una distinción importante entre lo que
considera la ciudad y lo urbano, lo cual caracteriza como “la ciudad menos su
arquitectura”. En las trascendentes reflexiones de Lefebvre se nota una
tendencia hacia el humanismo dentro de la ciudad, lo cual cada vez está
adquiriendo más relevancia en la teoría y crítica respecto a la arquitectura que
se hace en la actualidad.
De un modo similar,
podríamos plantear una arquitectura que diera prioridad a la gente, por encima
de la estética formal. La dimensión ética de la arquitectura, que va más allá
de las formas espectaculares y escultóricas, se relaciona necesariamente con la
expresión mediante la arquitectura de los valores y aspiraciones de la sociedad
para la que se construye, en el tiempo y lugar donde se origina.
Pero incluso los
arquitectos que han asimudo una actitud crítica que reflejan en sus proyectos,
se enfrentan a una paradoja entre sus ideas y lo que son capaces de plasmar en
sus construcciones. Dicha paradoja o discordancia entre las ideas y los hechos,
tiene que ver con la cualidad dinámica con la que las personas habitan el
espacio, algo parecido a lo que se refiere Lefebvre con su idea de movimiento
respecto a la ciudad. Los mecanismos de participación ciudadana contribuyen a
planificar mejor las construcciónes, cuando se involucra a las personas en la
auténtica toma de decisiones. Sin embargo, desde los años setenta la
participación ciudadana ha ido perdiendo validez, sobre todo por que el abuso
por parte de las administrciones públicas la ha convertido en un instrumento
demagógico.
Finalmente el paso del
tiempo también afecta la percepción humana del espacio arquitectónico, en la
mayoría de las ocasiones en forma negativa. En pocos casos, un edificio
obsoleto puede ser mejor si se redapta a nuevo uso, que un edificio construido desde
cero. Este fenómeno se debe a que los edificios antiguos que aun subsisten en
pie, han perdido la carga simbólica de la sociedad que les dió origen, aparecen
ante nosotros como objetos neutrales o cuya edad despierta sentimientos
nostálgicos. Por ello es que algunas veces son mejor recibidos por el público
que las construcciones nuevas, los arquitectos que se dedican a la restauración
y adaptación de edificios históricos frecuentemente se encuentran en
situaciones más solventes frente al humanismo de la arquitectura, que aquellos
que se enfocan a la innovación.
Lorenzo Rocha
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