jueves, 31 de agosto de 2017

PROCESO INMOBILIARIO


Los proyectos arquitectónicos que se llevan a cabo en la ciudad de México están todos relacionados directamente con el desarrollo inmobiliario. Incluso aquellos edificios o casas que no se construyen para ser vendidos o alquilados, forman parte inevitable del mercado de bienes raíces. El propietario de un terreno o de algún inmueble que pueda demolerse o adaptarse, se verá inevitablemente envuelto en procesos inmobiliarios que están relacionados con él de modo inconsciente o bien participa voluntariamente en la especulación urbanística.
Mantener cualquier casa o edificio cerrado, abandonado o utilizado al mínimo genera un mecanismo especulativo, debido a que atrae la atención de los promotores que se encuentran en busca de oportunidades para desarrollar sus proyectos inmobiliarios comerciales. Si los promotores hacen una oferta de compra del inmueble o terreno, su intención de compra eleva los precios de la tierra, independientemente de si el propietario la acepta o la rechaza. Al final el propietario se posiciona cómodamente a esperar un nuevo plan urbano que recualifique su zona o la construcción de alguna obra de equipamiento o infraestructura que mejore las condiciones de su propiedad, esto es especulación pura.
La falta de uso intensivo de la tierra, una práctica muy común en barrios centrales de nuestra ciudad, es un mecanismo dañino para la economía de la metrópolis. La tierra es un bien finito y limitado, cuando hablamos de desarrollo inmobiliario, es el insumo de mayor valor en toda operación de esta índole. Sin duda es correcto que exista libertad para destinar la propiedad privada a lo que sus dueños decidan, por el tiempo que deseen, pero debería de haber mayores incentivos por parte de la autoridad a nivel de impuestos prediales y contribuciones al mejoramiento del espacio público, para quienes decidan reactivar sus propiedades y no lo contrario.
Hoy en día, quien emprende una operación inmobiliaria paga derechos por múltiples conceptos como la factibilidad de la demanda de servicios, la mitigación ambiental por el potencial volumétrico de la construcción (la relación entre altura y areas libres dentro del terreno), y compensaciones por impacto urbano. Es sano para la ciudad que se cobren todos los derechos antes mencionados a quien planea hacer un negocio lucrativo, pero al mismo tiempo es inexplicable e injusto que se exente de dichos pagos a quienes deciden mantener ociosas sus propiedades. La política urbana de nuestra ciudad, que ha echado mano de mecanismos de desarrollo muy creativos como los polígonos de actuación, en los cuales se puede adquirir mayor potencial para un predio por parte de otro que no lo utilice, aun no tiene una postura clara para frenar la especulación y sus políticas actuales alientan a los propietarios a sentarse a esperar a que sus tierras aumenten de valor.

Lorenzo Rocha

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