miércoles, 12 de diciembre de 2018

CONVERSACIONES

(Texto publicado en el libro "Reforma", editado por la Fundación BBVA-Bancomer)
En 1863, el ingeniero austrohúngaro Alois Bolland comenzó a trazar y construir por ordenes de Maximiliano I el Paseo de la Emperatriz, una señorial avenida de estilo parisino de nueve metros de ancho, que iba desde la estatua ecuestre de Carlos IV hasta el Castillo de Chapultepec, en sus inicios el Paseo recorría escasos tres kilómetros. Durante los siguientes diez años, la avenida continuó creciendo y al final del último mandato del presidente Benito Juárez (1872), fue renombrada como Paseo de la Reforma.
Actualmente el Paseo de la Reforma comienza en Peralvillo y termina en la salida a la carretera de Toluca. Recorre casi 20 kilómetros pasando por contextos urbanos muy diversos y contrastantes. La experiencia de recorrer la avenida más conocida de la ciudad de México en automóvil, a pie o en bicicleta, podría dividirse en cuatro grandes secciones. 
La primera etapa comienza pasando a un lado del conjunto multifamiliar Nonoalco- Tlatelolco y nos conduce hasta la Alameda Central, esta sección carece de calle lateral y se caracteriza por la presencia de vecindades, edificios de vivienda popular y oficinas de gobierno.
El segundo tramo de Reforma va de la Alameda hasta las puertas del Bosque de Chapultepec, se trata de la parte más recta, elegante y característica de la avenida, se encuentra poblada con estatuas de personajes históricos y monumentos como el Ángel de la Independencia y la Diana Cazadora. Es la parte más ancha de todo el recorrido, que remata visualmente con el Castillo de Chapultepec. 
El tercer tramo se desvía hacia el poniente, atraviesa toda la primera sección del Bosque de Chapultepec y termina en la Fuente de Petróleos. A lo largo de este recorrido encontramos algunos de los más importantes recintos culturales de la ciudad, como el Museo de Antropología, el Museo Tamayo y el Museo de Arte Moderno, así como el Auditorio Nacional. En esta parte la avenida es más angosta que en la anterior, pero disfruta del entorno natural del Bosque.
El último tramo es el más sinuoso y recorre la colonia Lomas de Chapultepec hasta conectar con la carretera a Toluca. Casi al llegar al cruce con la Avenida de las Palmas, la avenida recupera su calle lateral la cual está flanqueada por grandes mansiones que albergan a las principales embajadas.
Los edificios que se encuentran a la vera del Paseo, son de todos los tipos, épocas, tamaños y variedades. Es divertido imaginar que los edificios son similares a las personas, que tienen su propia personalidad y que en algunas ocasiones se ignoran mutuamente, mientras que en otras dialogan o conversan los unos con los otros. Los arquitectos que han construido sobre Reforma durante todas la épocas que abarcan casi dos siglos, todos han sido sin duda conscientes de contribuir con sus proyectos a enriquecer la parte más emblemática de la ciudad. 
Existen varios puntos específicos donde se concentran dichos diálogos y se hacen más interesantes, sin descartar la presencia de algunos monólogos. El primero de ellos es sin duda el sitio donde se encontraba “El Caballito”, donde el edificio de la Lotería Nacional, conocido como “El Moro” (1946), conversa con las moderna Torre Pisa (1970) y la Torre Caballito (1988), con mediación de la escultura metálica amarilla, que sustituyó a la estatua ecuestre original. Entre las conversaciones arquitectónicas que suceden sobre el Paseo, destaca sin duda el punto donde se han construido recientemente cuatro rascacielos que forman un corro, donde la conversación se ha tornado cada vez más interesante. Se trata del sitio donde Reforma se intersecta con la Avenida Chapultepec, ahi se han construido durante los últimos años los edificios más altos de la ciudad, la Torre Mayor (2003), la Torre BBVA-Bancomer (2015), la Torre Reforma (2016) y Chapultepec Uno (2018). Quizá las torres deberían estar conversando con la Estela de Luz, pero esta perdió protagonismo por su reducida escala. Parece que de algún modo se comunican mejor con el Castillo de Chapultepec, su colega más antiguo. Justo a un costado de éstos se encuentran dos notables edificios, la sede central del IMSS (1950) y la Secretaría de Salubridad y Asistencia (1929), los cuales tampoco participan de la conversación, quizás de modo voluntario. Más hacia el poniente existen otros dos personajes arquitectónicos que profesan sus discursos en solitario. El Museo de Antropología (1967) goza del privilegio de estar casi solo sobre la avenida. Mientras que el Auditorio Nacional (1953 y 1988) conversa de lejos con los Hoteles Hyatt (1987) e Intercontinental (1977), entre las copas de los árboles del parque triangular que los separa.

Lorenzo Rocha.

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