El último gran proyecto oficial en México, el nuevo
aeropuerto internacional, fue cancelado por el presente gobierno, lo
cual ha dejado un vacío en cuanto a las expectativas de inauguración
de obra pública con calidad arquitectónica en el futuro próximo.
Desde que los aparatos económicos estatales comenzaron su desincorporación, digamos aproximadamente desde los años setenta del Siglo XX, la necesidad del Estado de representarse mediante la obra pública disminuyó notablemente. Es probable que la mayor fuente de trabajo para los arquitectos del siglo pasado haya sido el gobierno y de ahí derivó la figura del “arquitecto oficial”, un personaje que fuera capaz de satisfacer la necesidad de representatividad de la arquitectura al servicio del Estado, como Mario Pani lo fue en México y Oscar Niemayer en Brasil, donde tuvo su culminación en 1960 con la construcción de Brasilia, la nueva capital del país.
La privatización de la obra pública diversificó relativamente la selección de arquitectos que cumplieran con las agendas políticas particulares, lo cual propició una sana competencia para destacar como arquitecto en la escena nacional y mundial. Sin embargo, esto también dió lugar a un fenómeno que llamamos “arquitectos-estrella” (en inglés: Starchitects), que utiliza herramientas mercadotécnicas para promover el trabajo y personalidad pública del proyectista. Los alcaldes de ciudades medias y capitales por todo el mundo sufrieron el “efecto Guggenheim”, que a partir de 1997 hizo casi forzoso que las ciudades se posicionaran en el mapa, mediante la construcción de algún museo o polideportivo firmado por un arquitecto o arquitecta famoso.
En México existen varios arquitectos que gozan de fama mundial, pero dificilmente se podrían considerar dentro del sistema principal de reconocimientos como estrellas de la arquitectura. Tampoco parece haber arquitectos oficiales que estén ligados al gobierno, como se veía hace algunas décadas. Este panorama puede ser desafortunado o afortunado según cómo se valore. Por una parte, tener a un arquitecto local que gane premios internacionales y goce del reconocimiento de los mayores medios de comunicación es algo que causaría orgullo a los mexicanos. Pero la falta de una figura protagónica y absoluta en la escena nacional, también deja espacio para que los jóvenes se expresen con mayores posibilidades y también que exista mayor diversidad de opiniones y de proyectos de distintas tendencias.
Lorenzo Rocha
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