jueves, 18 de julio de 2019

CONTENEDOR Y CONTENIDO

¿La arquitectura es capaz por si sola de mejorar las
condiciones sociales? ¿Si un edificio tiene errores, pueden sus
usuarios adaptarse a ellos? Los arquitectos modernos intentaron elevar
la arquitectura a la categoría de catalizador social, ¿pero lo
consiguieron?
Gran parte del debate teórico sobre la arquitectura dentro del movimiento moderno se centró en la relación entre la función y la forma. Esto es comprensible ya que los arquitectos modernos pretendían replantear el modo de hacer la arquitectura a la luz de los avances tecnológicos de su época y de los cambios en el entorno sociourbanístico moderno. Desde luego sus planteamientos se hicieron con las mejores intenciones, pero desgraciadamente hicieron caso omiso de que es la gente la que determina las características de la arquitectura y no al contrario. Los arquitectos modernos creyeron que una arquitectura funcionalista, más eficiente y neutra podría por sí misma mejorar la vida de las personas, lo cual evidentemente no sucedió.
Durante toda la historia de la arquitectura se ha ejercido un uso readaptativo y dinámico de los edificios, antiguos hospitales se convirtieron en colegios, fabricas obsoletas ahora son museos, etcétera. El fenómeno de recuperación espacios abandonados confirma que la forma de los edificios no determina para nada su uso. Además está claro que las necesidades de las personas cambian con el tiempo y ellas mismas son capaces de readaptar los espacios en los que habitan.
Muy frecuentemente se culpa a los edificios por los fracasos en su gestión y mantenimiento, esto no excluye que muchas soluciones arquitectónicas sean defectuosas e inadecuadas para sus usuarios y
contextos. Es comprensible que muchas piezas nuevas en el entorno urbano provoquen rechazo en la población reacia a los cambios en sus barrios y avenidas, por ello se les colocan motes despectivos a casi todos los edificios nuevos. Sin embargo, si el tejido social del lugar es sano y la gente aprovecha los nuevos espacios públicos y privados, el rechazo va disminuyendo y la gente termina por aceptar y disfrutar de las nuevas estructuras.

La arquitectura jamás será más importante que las personas. La relación entre contenedor y contenido se replantea constantemente, tanto en los discursos teóricos como en la experiencia cotidiana. Independientemente de su forma, todos los edificios tienen el potencial de ser útiles a la sociedad.
Lorenzo Rocha

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