jueves, 1 de julio de 2021

BAJO EL RADAR

Elizabeth Diller una prominente arqutecta estadunidense, socia de la firma Diller Scofidio + Renfro, adoptó una postura ambivalente respecto a la arquitectura de la resistencia, aunque planteada de modo sutil e inteligente, en su conferencia pronunciada para TED talks en 2020. 

Elizabeth Diller explica que los arquitectos debemos defender enérgicamente al espacio público frente a los intereses privados de los clientes y de no ser posible, “inventar formas sigilosas que operan ‘bajo el radar’, para introducir el interés público dentro de los proyectos de edificios privados”. Es un argumento difícil de sostener cuando se habla de proyectos como el parque construido sobre la antigua High Line (ferrocarril elevado de la ciudad de Nueva York), junto con el complejo cultural polivalente conocido como The Shed y menos aún respecto a su diseño para el parque Zarydaye en el centro de Moscú. Parece a todas luces forzado, argumentar que se ha conseguido filtrar sigilosamente, con tácticas “silenciosas, incluso subversivas” el interés público en tres proyectos promovidos por entidades que se encuentran en la cumbre de la cultura dominante a nivel mundial: el ayuntamiento de Nueva York, que promueve el sistema turístico y el sector inmobiliario de la ciudad, dos de los más especulativos y depredadores que se conocen y por otra parte un proyecto público promovido por el gobierno ruso, que ha demostrado ser de los más represivos y antidemocráticos del planeta. Diller plantea el siguientes dilemas morales: “¿Es posible generar espacio público democrático al interior de un sistema político represivo? ¿Porqué no aprovechar las oportunidades? ¿Porqué no usar parte del espacio producido por el desarrollo inmobiliario comercial para actividades contra-culturales?”. 
Pero hacerlo sigilosamente o “bajo el radar”, mediante la creación de construcciones icónicas en los ámbitos del turismo como la High Line, como reclamo del mercado inmobiliario como The Shed y de los gobiernos de ciudades como Moscú y Nueva York, parece una práctica demasiado paradójica como para ser considerada una forma auténtica de resistencia contra el sistema dominante.
Lorenzo Rocha

 

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