El libro “La condición humana”, escrito en 1958 por Hannah Arendt, ha sido estudiado principalmente desde puntos de vista como la sociología y la filosofía política, pero no fue considerado desde la antropología, hasta que lo hizo Paul Ricoeur en 1983.
En la clásica obra de Hannah Arendt aparecen conceptos muy importantes para el análisis de la situación de la humanidad en la época moderna. Arendt considera que el dilema del hombre moderno tiene que ver en gran medida con lo efímero de lo que produce mediante su trabajo. Arendt sostiene que los humanos somos los únicos seres capaces de concebir la idea de eternidad, pero lo hacemos desde la consciencia de nuestra propia mortalidad. Según la filosofa alemana, los objetos mundanos producidos mediante el trabajo humano, entre los que incluye a la arquitectura, la pintura, la literatura y otros más, nos dan la posibilidad de trascendencia y la ilusión de inmortalidad. De este modo, los edificios construidos en piedra, acero u hormigón, los cuadros pintados al óleo sobre lienzos, e incluso los libros en papel o hasta digitales, deberían mantenerse en buen estado para que sirvieran a las personas por toda su vida y que estas pudieran heredarlos a sus descendientes, para que dieran testimonio de lo que fueron capaces de producir mientras vivían. Pero en nuestros tiempos, muchos de esos objetos son efímeros debido a que el sistema capitalista los ha convertido en bienes de consumo. La crítica insistente de Arendt es que durante la modernidad se ha cambiado el lugar del trabajo por el de la labor de supervivencia.
El objetivo del trabajo humano, debería ser la producción de objetos de uso, no de consumo y su meta debería ser la durabilidad de dichos objetos.
En nuestros tiempos, es muy frecuente que la gente cambie de casa más de una vez durante su vida y que los apartamentos pasen a ser propiedad de nuevos dueños, quienes los renuevan y en ocasiones los demuelen para dar lugar a nuevos edificios. El arte en general se sostiene en formatos cada vez menos duraderos y ya son pocos los casos en que se pintan murales u obras integradas a la arquitectura y que están concebidas para trascender la vida de sus creadores. Cada vez tenemos menos libros en nuestras estanterías y aquellos que leemos en nuestros dispositivos electrónicos, los borramos después de leerlos, para dejar espacio de almacenamiento para ser ocupado por nuevos textos, imágenes y videos
La biografía de cada persona es un relato más corto y limitado que la escritura de la historia, por ello “los objetos son documentos y monumentos del pasado”, sin embargo, este legado está cada vez volviéndose más escaso.
Lorenzo Rocha