El filósofo estadounidense Peter Haff, escribió en 2013 un interesante ensayo titulado: “Technology as a geological phenomenon: implications for human well-being”. En el texto, describe un sistema de comunicaciones, transportes, burocracias y otros procesos que actúan para aprovechar recursos energéticos del mismo modo como la hicieron anteriormente otros sistemas ya extintos.
Imaginemos el futuro, un futuro lejano, digamos dentro de sesenta mil años. Es difícil de aceptar pero muy probablemente los humanos ya nos habremos extinguido para entonces. Al igual que ocurrió en ese mismo lapso de tiempo pero en el pasado, alguna otra especie evolucione, como lo hicimos nosotros y tenga alguna forma de conocimiento similar a lo que nosotros llamamos hoy en día la arqueología, o quizá no lo tenga, ya sea porque no considere importante indagar sobre le pasado o porque no haya evolucionado lo suficiente para tenerla, son todas conjeturas.
En caso de que existan ‘arqueólogos’ de otra especie no humana en el futuro y que se planteen la tarea de realizar excavaciones, encontrarían una capa geológica (a unos pocos metros de la superficie, después de retirar el sustrato vegetal) en la que habría extraños utensilios, imposibles para ellos de descifrar ya que no tendrán indicios de ningún tipo de ergonomía ni estarían desde luego en condiciones de hacerlos funcionar. Me refiero a los desechos de la tecnología que utilizamos hoy en día, todos esas máquinas, aparatos y dispositivos que están presentes en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana y que son indispensables para el funcionamiento de nuestra sociedad.
Todas las etapas geológicas que se conocen, requirieron de la actuación de sistemas de energía a escala global que dejaron huellas visibles sobre la corteza terrestre. Por ejemplo, los volcanes, los meteoritos, las glaciaciones, tuvieron un impacto a escala planetaria que provocó la extinción masiva de los seres vivos, con excepción de unos pocos que consiguieron evolucionar en especies sucesivas, que después fueron exterminadas por una nueva catástrofe natural y se renovó el proceso de evolución.
La etapa actual en la que nos encontramos, el Holoceno, parece no ajustarse ya totalmente a los procesos que tienen impacto a nivel global, ya que los sistemas ligados a la tecnología humana requieren de un elevado consumo de energía que transforma irreversiblemente al medio ambiente. Si estos procesos continuaran su tendencia alcista y no aparecieran mecanismos reguladores y sobre todo si no aparecen procesos para reciclar los desechos, estaríamos quizá en posición de afirmar de que vivimos en el Antropoceno.
Lorenzo Rocha