El pensamiento de Keynes, fundamento del liberalismo económico, ligado al fordismo industrial, desde hace décadas ha sido superado por la realidad. El libre mercado ha llegado al extremo de un posfordismo absurdo, en el que la especulación y la sobreproducción amenazan con colapsar nuestro sistema económico y la consecuente destrucción de los recursos naturales de nuestro planeta.
La escasez de recursos es una de los argumentos principales para la especulación. De hecho, una parte importante de los intercambios comerciales se apoyan en la escasez de bienes y servicios y por lo tanto, en las leyes de la oferta y la demanda. En las ciudades esta exclusividad y aparente escasez de espacio para edificar está totalmente programada para sostener al mercado inmobiliario.
Cuando hablamos de la vivienda popular, la especulación inmobiliaria llega al extremo de la explotación. Los individuos en busca de vivienda digna, se convierten en simples sujetos de crédito y los recursos económicos que las entidades bancarias destinan a la producción de sus viviendas es explotado y exprimido hasta la la última gota por los constructores de casas en serie.
Durante el auge del movimiento moderno se impulsó la producción masiva de viviendas como respuesta a la industrialización. Los participantes en el primer Congreso Internacional de Arquitectura Moderna, realizado en Fráncfort en 1929, tomaron como lema: “Más vivienda o menos producción”. Con ello, se convirtieron en actores al servicio del poder político y económico, condición que prevalece hasta nuestros días.
Hoy más que nunca somos conscientes de la finitud los recursos y de la imposibilidad de un crecimiento ilimitado de las ciudades. De ese modo, la retórica requiere replantearse, hace falta “planificar el decrecimiento”. La cuestión de la escasez de recursos se relaciona estrechamente con la ilusión del crecimiento económico constante. Si el crecimiento urbano se ralentiza y se equilibra según las distintas regiones, podría desaparecer la sensación de escasez. En conclusión podemos concebir que el problema no es solamente la finitud de los recursos, sino su relación con la sobreproducción.
Lorenzo Rocha
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