jueves, 28 de abril de 2022
CARTOGRAFÍAS
jueves, 21 de abril de 2022
ESPACIO VACÍO
Dos libros del antropólogo español Manuel Delgado, resultan fundamentales para comprender los fenómenos urbanos, más allá de las formas arquitectónicas, estos son: “El animal público” (1999) y “Sociedades movedizas” (2007).
El espacio nunca está realmente vacío. Las ciudades nunca pueden planearse efectivamente hasta el ultimo metro cuadrado, siempre quedarán espacios desaprovechados. La planificación y la burocracia son paradójicas, mientras más se planifica, más queda por planificar y regular. Del mismo modo la burocracia siempre produce más burocracia. Al respecto, Manuel Delgado opina: “Como forma radical de espacio social que es, el espacio urbano no existe —no puede existir— como un proscenio vacío a la espera de de que algo o alguien lo llene. No es un lugar donde en cualquier momento pueda acontecer algo, puesto que ese lugar se da solo en tanto ese algo acontece y solo en el momento mismo en que lo hace”. Estudiar disciplinas como la antropología o la sociología, nos recuerda que lo urbano es un acontecimiento social, poco tiene que ver con su diseño, el dibujo es secundario, lo que realmente importa es el hábitat.
Mientras más planificamos las ciudades, produciremos siempre más espacios vacíos, lugares a los que la gente no se sienta atraída. En la oposición entre la planificación y el anarquismo radica un cierto desasosiego, el malestar de la arquitectura, una serie infinita de indecisiones.
“Espacio también en el que los individuos y los grupos definen y estructuran sus relaciones con el poder, para someterse a el, pero también para insubordinársele o para ignorarlo”, nos dice Delgado. Los usuarios siempre utilizarán el espacio en formas no pensadas ni previstas por los urbanistas, sobre todo porque los primeros son sujetos críticos y políticos que buscan la expresión de su individualidad, mientras que los últimos están al servicio del poder.
En el plano o en el mapa no actúan las fuerzas sociales, en parte también por que aun no existe una cartografía suficientemente crítica, que contemple el desarrollo de la configuración y el uso del espacio a través del tiempo. Es cierto que el futuro es impredecible, pero el diseño urbano hecho en el presente, debe intentar no ser un obstáculo para las posibles dinámicas por venir. Por ejemplo, la excesiva zonificación y los suburbios unifuncionales de los años sesenta y setenta, dificultan notablemente su uso readaptativo, solamente por la altura y densidad de las construcciones y por la anchura de las avenidas, lo cual los hace inviables para una readaptación peatonal. Por otra parte, los barrios un poco más antiguos, son muy adecuados para el comercio en planta baja, por sus áreas verdes y por sus estrechas calles facilitan el desplazamiento de las personas a pie y en bicicleta.
Lorenzo Rocha
jueves, 14 de abril de 2022
PROPÓSITO
El arquitecto Fernando Quesada argumenta de modo muy profundo, el desprestigio de la función en la teoría de la arquitectura en Occidente durante la era moderna. El autor de “La función de la función”, menciona el libro de Adolf Behne Der Moderne Zweckbau (1923) como el primer antecedente de la discusión sobre el tema.
La traducción literal de la palabra alemana Zweckbau es “construcción con propósito”. En la época en la que Adolf Behne escribió su célebre libro Der Moderne Zweckbau (1923), se consideraba a la función como sinónimo de lo adecuado, tanto del punto de vista estético como mecánico. En nuestros tiempos es cada vez más necesario actualizar esta discusión ideológica, tan desgastada por la retórica, para que recupere la importancia que sigue teniendo, ya que indiscutiblemente la utilidad no deja de ser uno de los valores primordiales de la arquitectura. Una parte del equívoco suscitado por el funcionalismo, fue la escisión entre función y forma, convirtiéndolos en términos si bien no opuestos, generadores de conflictos y oposiciones inexistentes.
La concepción griega de la ciudad y su binomio cosmos-mundus, fue desarticulada por la implementación del orden político romano y de la propiedad privada de la tierra. Con la pérdida del orden griego, llegó la ruptura de la unidad entre forma, estructura y función, con una diferenciación entre ellas, inducida por los romanos. Dicha escisión consistió en la separación entre las partes decoradas del edificio, de aquellas útiles. De ese modo quedó separado el tratamiento de las superficies y de los volúmenes, al igual que se separó a la construcción de la composición y en suma se diferenció a la arquitectura de la realidad urbana.
Hoy en día estamos en posición de romper estas dicotomías, aclarando que ahora la función se refiere en realidad a la eficiencia de lo construido, la adecuación es su precisión estética, mientras que el propósito corresponde a la esencia de la arquitectura: a la unidad indisociable entre forma-estructura-función.
Pensando en la importancia de la recuperación del propósito de la arquitectura, está también la unificación de lo simbólico con lo útil, o mejor dicho, de la utilidad de lo simbólico. El valor de uso es según Lefebvre, el código unitario del espacio, dicho valor contempla tanto su traducción cuantitativa expresada en el área útil de las construcciones, como en su valor simbólico, cualitativo, que corresponde a la adecuación o precisión de su respuesta a las condiciones sociales y estéticas del lugar antropológico donde se origina.
Lorenzo Rocha
viernes, 8 de abril de 2022
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