Las relaciones entre el espectáculo y los poderes políticos y económicos han sido una preocupación de los filósofos del siglo XX. En particular el francés Guy Debord quien escribió un célebre libro en 1967 titulado “La sociedad del espectáculo”, el cual más tarde completó con “Comentarios a la sociedad del espectáculo”, en 1988.
Existen dos formas de entender a la ciudad como producto. La primera, dentro de su concepción marxista, plantea a la ciudad como un producto social e histórico en relación con los medios de producción del capitalismo. Autores como Henri Lefebvre, David Harvey y muchos más retoman esta concepción en sus trabajos, en los cuales analizan la producción social del espacio urbano. La segunda forma de ciudad como producto es aquella relacionada con la mercadotecnia urbana, en la cual muchas ciudades por todo el mundo han utilizado técnicas comerciales para atraer inversiones. Estas ciudades han creado sus lemas y se han apoyado en la arquitectura y en el urbanismo para alcanzar sus objetivos económicos y políticos. Desde hace casi cuatro décadas, se ha impulsado una arquitectura y urbanismo que se apoya en los valores del espectáculo, en los términos descritos por Debord en 1967. En realidad ambas son una sola, simplemente se diferencian por que pertenecen a dos etapas distintas de la evolución del capitalismo.
En la concepción actual de la ciudad es imposible eludir la idea de consumo, incluso se habla del modo como los habitantes ‘consumimos’ el espacio público, la innovación está ligada directamente con el capital político, lo cual nos deja entre solo dos opciones: ser consumidores o votantes. En este sentido no cabe duda que el interés social total ha sido pervertido por la mercadotecnia.
Hoy en día el famosos ‘Efecto Guggenheim’ ha ido mucho más lejos que la promoción de una ciudad mediante un edificio singular, ahora hay ciudades enteras que se construyen como parques temáticos, uno de los casos más extremos es Asjabad, la capital de Turkmenistán, que realmente parece un centro comercial de grandes dimensiones.
Lorenzo Rocha
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