jueves, 10 de diciembre de 2009

AGUAS



Todo lo que el corazón desea puede reducirse siempre a la figura del agua, escribió Paul Claudel en Positions et Propositions.

El agua fue protagonista del paisaje de la Ciudad de México hace mucho tiempo, antes de que los lagos fueran desecados. Cuando admiramos la figura de Tláloc en el mural “El agua, origen de la vida” —pintado y esculpido por Diego Rivera en 1951 y recientemente restaurado— nos damos cuenta del modo como ha cambiado la visión de la tecnología hidrológica en los sesenta años que han pasado desde su inauguración. Las obras públicas en tiempos del muralismo servían, como ahora, para satisfacer las necesidades de infraestructura de la metrópolis mexicana. Sin embargo, los arquitectos e ingenieros de esa época, en especial Ricardo Rivas, quien diseñó el edificio para albergar el cárcamo donde llegaba el agua del río Lerma, procuraban satisfacer la necesidad estética de la población además del aspecto técnico de la construcción. Actualmente se puede seguir contemplando esta interesante obra, aunque ya no cumple con la función para la que fue diseñada originalmente, ya que el agua que consumimos hoy los más de 20 millones de habitantes de nuestra megalópolis ya no llega sólo de Lerma, sino de todo el sistema Cutzamala. El hecho de que la obra de integración plástica realizada por Rivera trascienda el objetivo principal del conjunto, basta como demostración de que las obras públicas deberían seguir buscando integración con el arte.

El arte público en nuestra ciudad escasea, afortunadamente no tanto como el agua. En todo caso, quizá se le puede aplicar al arte la ley básica de la imaginación material, tal como la explica Gaston Bachelard en El agua y los sueños, un libro fundamental para la comprensión del significado filosófico del preciado líquido: “Para la imaginación material la sustancia valorizada puede actuar, aun en ínfima cantidad, sobre una gran masa de otras sustancias”. Quizá sea esta la razón por la cual para el bautismo se requiere solamente de un pequeño cuenco de agua bendita, que representa todo el cauce del río Jordán.
Lorenzo Rocha

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