lunes, 5 de abril de 2010
BASURA
La basura que generan las concentraciones humanas, que normalmente percibimos como un problema de sanidad pública, es objeto de estudio para muchos científicos y artistas. Para los arqueólogos, muchos de los que se consideran vestigios importantes, como la cerámica y utensilios de culturas antiguas, en su tiempo no fueron más que basura. Incluso se valoran mucho hallazgos como los coprolitos, que son nada menos que excrementos humanos petrificados, ya que en éstos se puede analizar la dieta de culturas tan antiguas como los mayas o teotihuacanos.
También algunos artistas contemporáneos encuentran en los desechos una motivación para sus producciones y acciones en el contexto urbano. Resulta de interés especial el trabajo de Francis Alÿs, quien ha realizado por años una serie de investigaciones e intervenciones alrededor de su estudio, en el centro histórico de la ciudad de México. Una obra verdaderamente evocadora de la reinterpretación de aquello que consideramos basura lleva como título Collector, se trata de una pequeña pieza de madera con forma de perro realizada en 1991 que recoge objetos metálicos al ser arrastrado con una cuerda por la calle, el artista recorrió las calles del barrio durante un año, coleccionando toda clase de pequeños objetos que quedaron pegados a los imanes que contenía la pieza. Hay otras dos acciones del mismo artista que demuestran que no todo lo que tiramos es un total desperdicio, la primera consistió en reclutar un grupo de barrenderos y definir un perímetro donde fueron acumulando basura encontrada a su paso hasta formar una auténtica montaña. La segunda tiene aun más significado, se titula: “Los siete niveles de la basura”. Para dicha acción se hicieron siete piezas en bronce con la forma de caracoles que fueron intencionalmente tiradas al basurero para más adelante ir en su busca en mercados de cosas usadas, lo sorprendente es que del total de las piezas, meses más tarde el artista logró localizar tres, decidió recuperar una de ellas, por la que paradójicamente tuvo que pagar a los vendedores callejeros.
Lorenzo Rocha
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