jueves, 15 de abril de 2010

COSTA A COSTA


El escritor Michel Leiris (1901-1990) participó en la misión etnográfica conocida como Dakar-Djibouti, como secretario del director de la misión, Marcel Griaule. A partir de esta experiencia publicó su primer libro de importancia, L’Afrique fantôme (El África fantasma, 1934), en el que se combinaban el estudio etnográfico con la autobiografía. La misión también fue conocida como Sur les traces du renard pâle (Siguiendo las huellas del zorro blanco, título del documental de Luc de Heusch, realizado en 1984), una iniciativa neocolonial del gobierno francés, que se justificó como una investigación científica que se prolongó hasta 1983, a lo largo de los 20 mil kilómetros que separan el puerto de Dakar, en el Océano Atlántico, de su correspondiente opuesto, el puerto de Djibouti frente al Mar Rojo, pasando por el centro del recorrido, Niamey, la capital de Níger. El papel de Leiris era precisamente de relatar el viaje, el escritor se queda deslumbrado por el descubrimiento de este territorio donde “lo sagrado se encuentra en cada rincón, nada ríe ya en este sitio, ni la naturaleza ni los hombres”. La relación con el pueblo de los Dogon deviene una obsesión para Griaule, lo que lo lleva a prolongar indefinidamente la expedición, Leiris permanece sólo por dos años y continúa su trabajo en el Museo del Hombre, en París.

La tensión imaginaria de esta experiencia existe con casi toda la literatura etnográfica y el imaginario del otro, que se vuelven uno solo en el fenómeno del viaje. “Nunca más, en ninguna parte, volveré a sentirme en mi casa”, es la frase de Lévi-Strauss que mejor expresa el sentimiento spleen de la época, que seguramente compartieron Leiris y Griaule.

La literatura también es un viaje, un modo de evasión del lugar común, no como una acción pasiva, huir como estrategia ante el hastío de la vida mundana. Por lo tanto, la literatura etnográfica es una doble huida, física y mental. La etnografía define su espacio “deshaciéndose del propio sistema de pensamiento, para poder comprender los pensamientos los de los otros”.

Lorenzo Rocha

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