jueves, 29 de diciembre de 2011

ENTREDÓS


Esta rara palabra que proviene directamente de la expresión francesa Entre-deux, se refiere a una tira bordada o de encaje que se cose entre dos telas. La expresión ha sido tomada literalmente por el filósofo francés Jean-Luc Nancy para ilustrar la contingencia, el espacio de contacto entre dos personas que es donde se verifica el concepto entero de la identidad, Nancy afirma: “Yo sólo soy en el otro”. En efecto, sabemos de nuestra existencia, principalmente por existen otros que nos ayudan a constatarla. Del concepto filosófico del entredós surgen no pocas paradojas, como la que establece Paul Ricoeur (casualmente también francés) en su obra “Sí mismo como otro”. La propia identidad es dinámica, está en relación constante con los otros, en función de éstos, nuestra identidad se verifica dentro una gran sala de espejos que son las otras personas. Otro filósofo francés (ya no es casualidad), continúa la paradoja y la lleva al extremo, me refiero a Dany-Robert Dufour y su polémica afirmación: “Es yo quien dice yo”, ampliamente discutida en su libro Locura y democracia.

El espacio arquitectónico en la ciudad y en el paisaje tienen una fuerte carga del concepto de entredós, sobre todo en aquella enorme cantidad de espacio que llamamos “vacío”. Afirmo que el espacio entre dos construcciones, al igual que el espacio que se encuentra entre dos laderas de una montaña, no está en absoluto vacío, es precisamente ese supuesto vacío el que constituye al propio espacio urbano o natural. El acto de señalar un espacio, simplemente con mencionarlo, ese espacio deja de ser un vacío. La simple acción de identificar un lugar, es en sí un acto de construcción. Para ilustrar dicha paradoja, es útil narrar la anécdota de dos artistas: Frank Stella y Carl André, quienes visitan en 1964 una exposición de un tercero: Robert Morris. Stella comenta: “Morris trabaja en el espacio entre el muro y el suelo”, a lo cual André, replica: “No hay ningún espacio entre el muro y el suelo”. Stella, a su vez, aclara respondiendo: “Bueno, ahora sí que lo hay”.

Lorenzo Rocha

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