jueves, 3 de enero de 2013

RUINAS ETERNAS

Las ruinas de las ciudades y centros ceremoniales de nuestro pasado prehispánico, provocan siempre una sensación un tanto distópica, además de la desconexión histórica que representan. Son indudablemente una parte viva de nuestra cultura, aunque se encuentren deshabitadas y tengamos tan poca información acerca de su acontecer cotidiano. Sobre todo muestran la discontinuidad de nuestro relato histórico oficial, cuya historiografía moderna se alinea con el devenir de la vertiente occidental del pasado mexicano, sin tomar en cuenta todos los datos de la historia nacional.
Entre estos hechos se encuentra uno, muy poco comentado, que se relaciona con la cultura maya. Dicha civilización es una de las que más tiempo ha prevalecido en la historia mundial, los mayas existieron como pueblo establecido en la península de Yucatán desde el Siglo III antes de Cristo, hasta el Siglo XVIII de nuestra era. Los mayas, en particular los itzaes resistieron a la conquista española en Tikal y las orillas del lago Petén desde el año 1511 hasta 1697, en que finalmente fueron sometidos. Los itzaes habían sobrevivido a la caída de la ciudad de Mayapán por una guerra civil en 1460 y habían emigrado hasta la selva espesa del Petén. Por la inaccesibilidad de la zona, esta tribu siempre estuvo al corriente de la llegada de los españoles y de la conquista de su región, pero prefirieron permanecer al margen de la guerra sabiendo que el hombre blanco no podría llegar hasta ellos. Esto significa que mientras en México estaba en auge el virreinato y en Europa iniciaba la reforma de la Iglesia Católica, en Yucatán aun se conservaba una ciudad que seguía plenamente la cultura y cosmogonía maya, además de continuar con la construcción de sus templos polícromos.
La arquitectura y urbanismo prehispánicos han tenido poca influencia material en la forma de las ciudades contemporáneas, exceptuando unos pocos casos donde se manifiestan de modo formal como es el caso de arquitectos como Agustín Hernández y David Muñoz. Sin embargo, en esencia existen algunas ligas conceptuales entre los monumentales espacios públicos de Teotihuacán con espacios públicos contemporáneos como el Zócalo capitalino, la unidad Tlatelolco y el campus de la Ciudad Universitaria. La amplitud del espacio abierto en la arquitectura mexicana es una característica que solamente puede provenir de la vertiente prehispánica de nuestra cultura, ya que no existen ejemplos similares en las demás culturas que han influido en la evolución de nuestra arquitectura y espacio urbano.
Lorenzo Rocha

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