Todos los ciudadanos
tenemos la tendencia a aceptar las leyes como normas fundamentadas en la
búsqueda del bien común. No es del todo errado hacerlo, ya que en su mayoría,
las leyes se apegan a la búsqueda de la mejor convivencia posible entre los
intereses particulares y generales de la sociedad, de aquello que conocemos
como “normal” (en su acepción: todo lo apegado a las normas). Sin embargo, los
reglamentos de construcción y las leyes urbanísticas, no contemplan la
posibilidad de que muchas personas tengan un modo de vida diferente al que está
contemplado en sus códigos y por lo tanto, prefieran o se vean forzados vivir
en casas muy pequeñas o de dimensiones atípicas. Por esta razón es que en
ciudades como la nuestra, un porcentaje importante de la construcción se
encuentra asentada de modo irregular y no sin razón, se le denomina como
marginal. En los casos más frecuentes los asentamientos irregulares coinciden
con zonas de extrema pobreza, donde la vivienda debe ser resuelta mediante la
autoconstrucción, quizá por esta razón, las autoridades intencionalmente
soslayan el hecho de que dichas construcciones sean ilegales. A fin de cuentas,
la gente tiene que vivir bajo cualquier techo y la sociedad no propone ofertas
que puedan resolver totalmente la demanda de vivienda. En otras sociedades, por
ejemplo en los Estados Unidos, para mucha gente la solución ante el alto costo
de la vivienda, ha sido vivir en pequeñas casas rodantes. Las personas que han
optado por vivir de modo ambulante, ahorran en el costo del terreno, ya que en
muchos casos pueden aparcar sus casas en lugares gratuitos, aunque deben
moverlas de sitio cada determinado tiempo. Pero hay otros, como el activista
Jay Shafer, que han tomado la opción de vivir en minúsculas casas, por la
convicción de que el área de una casa promedio es excesiva y lo han hecho
también por emprender un modo ecológico de vida. Sin mencionar que es el único
modo efectivo para eludir las onerosas hipotecas a las que están sujetos casi
todos los estadunidenses. La casa de Shafer mide
aproximadamente 10 metros cuadrados divididos en dos plantas, abajo se encuentra
el espacio que se utiliza para comer, cocinar y el ocio, además de un diminuto
baño, parecido al de un camarote de barco, en la parte de arriba (en un pequeño
tapanco) se encuentra la cama, dentro de un espacio donde no es posible ponerse
de pie. Sea por necesidad o por
gusto, deberíamos pensar más seriamente en opciones alternativas para la
vivienda, ya que por reducida que esta sea, los metros cuadrados deberían empezar
a contabilizarse por su calidad y no por su cantidad.
Lorenzo Rocha
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