Estudios recientes han explorado algunos índices cualitativos para medir el bienestar, que van más allá de las mediciones objetivas para determinar el nivel de vida en las distintas latitudes del planeta. Recientemente se inventó el término "felicidad interna bruta" —como oposición al producto interno bruto— para medir qué tan contentos están los habitantes, independientemente de cuanto dinero tienen o con qué servicios cuentan. Se puede decir que la preocupación de los antropólogos ha virado desde el desencanto por las promesas del estado de bientestar, orientándolos a estudiar una forma subjetiva de economía.
Este tipo de economía responde a la máxima: "no es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita". Es un principio aplicable también a la vivienda, ya que ésta es factor importante para determinar el bienestar. En casi todos los censos, además de los datos demográficos, se toman en cuenta las características de la vivienda familiar y la escolaridad de sus miembros. En México, el cuestionario demográfico pide marcar si la casa es de ladrillo y cemento, o si es de madera, paja u otros materiales efímeros. También se pregunta si tiene suelo de tierra o de concreto y si el baño y la cocina son parte de la casa o se encuentran en el exterior. Sin embargo, ¿es indispensable la arquitectura para el bienestar social?
Una buena casa sin duda contibuye a la consecución de condiciones bioclimáticas mejores que la carencia de hogar. Pero también depende del clima, las costumbres locales y otros factores que son subjetivos. Así que la felicidad y la arquitectura no son condiciones ligadas directamente. Una familia puede ser muy feliz viviendo en una choza y durmiendo en hamacas y también puede encontrarse muy contenta en un edificio moderno de concreto y cristal, pero existen otros factores que son cruciales para su bientestar: la alimentación, la salud y la paz.
Una de las preguntas del cuestionario para medir el índice de la felicidad es: ¿usted ha notado una mejoría en el diseño arquitectónico? Pero este factor es sólo una mínima parte de las respuestas a dicha encuesta, los nueve factores que determinan la medición son: bienestar psicológico, salud, educación, cultura, ecología, administración del tiempo, nivel de vida (aquí es donde se toma en cuenta a la arquitectura), vitalidad de la comunidad y gobernabilidad.
Aunque quisiera pensar que la arquitectura es más importante que otros aspectos de la vida, es tan solo el marco donde realizamos nuestras acciones, no se relaciona con el contenido de nuestro comportamiento. Así que la arquitectura no da la felicidad y tampoco la quita.
Lorenzo Rocha
jueves, 30 de enero de 2014
jueves, 23 de enero de 2014
ARQUITECTURA EXPERIMENTAL
Juan O'Gorman fue el primer arquitecto en México en seguir la corriente funcionalista de forma manifiesta. El arquitecto comenzó en 1929, a la edad de 24 años, una serie de casas bajo la influencia del arquitecto suizo Le Corbusier. Construyó una casa para su padre, otra para su hermano Edmundo, una más para venta, cerrando una etapa experimental que concluiría en 1932 con la construcción de las casas para Diego Rivera y Frida Kahlo, las cuáles lo darían a conocer internacionalmente.
Acerca de su afán de experimentación, relató las primeras reacciones ante su obra en su autobiografía: "La casa que construí causó sensación porque jamás se había visto en México una construcción en la que la forma fuera completamente derivada de la función utilitaria. Aplicando el sistema de construcción de concreto armado en el edificio, su apariencia era extraña. En México no se había hecho una casa puramente funcional. El mínimo de gasto y esfuerzo, por el máximo de eficiencia había sido la base teórica para realizar esta casa".
Muchos estudiosos de la historia de la arquitectura mexicana, señalan a la Granja sanitaria de Popotla, construida por José Villagrán en 1925, como la primera obra totalmente moderna en México. A pesar de que conserva algunos elementos del eclécticismo que le precede, como la simetría y la verticalidad, sus fundamentos son sin duda funcionales. No parece fortuito que ambos arquitectos compartieran el interés por los principios del funcionalismo, siendo que O'Gorman trabajó brevemente en el despacho de Villagrán, mientras estudiaba en la Escuela de San Carlos.
La experimentación arquitectónica se encuentra muy estrechamente ligada con la teoría, ya que cualquier proyecto que pretenda cuestionar los principios constructivos vigentes en su época, requiere de una sólida argumentación, para ser capaz de apoyarse en conceptos claros y convincentes, ante las críticas que se susciten en torno suyo. Sin embargo, lo que comenza siendo un experimento, pronto se convierte en costumbre, por lo cual, tan sólo unas décadas después, casi todas las construcciones en nuestro país siguieron las premisas planteadas en este período.
A partir de la década de los setenta, la experimentación en la arquitectura mexicana ha sido en su mayoría formal, no han cambiado radicalmente las técnicas constructivas, pero sí que se ha especulado a fondo con las posibilidades de adaptación de los preceptos modernistas a una enorme variedad de alternativas espaciales. No sorprende que algunos edificios nuevos comiencen a parecerse a sus antecedentes históricos.
Lorenzo Rocha
Acerca de su afán de experimentación, relató las primeras reacciones ante su obra en su autobiografía: "La casa que construí causó sensación porque jamás se había visto en México una construcción en la que la forma fuera completamente derivada de la función utilitaria. Aplicando el sistema de construcción de concreto armado en el edificio, su apariencia era extraña. En México no se había hecho una casa puramente funcional. El mínimo de gasto y esfuerzo, por el máximo de eficiencia había sido la base teórica para realizar esta casa".
Muchos estudiosos de la historia de la arquitectura mexicana, señalan a la Granja sanitaria de Popotla, construida por José Villagrán en 1925, como la primera obra totalmente moderna en México. A pesar de que conserva algunos elementos del eclécticismo que le precede, como la simetría y la verticalidad, sus fundamentos son sin duda funcionales. No parece fortuito que ambos arquitectos compartieran el interés por los principios del funcionalismo, siendo que O'Gorman trabajó brevemente en el despacho de Villagrán, mientras estudiaba en la Escuela de San Carlos.
La experimentación arquitectónica se encuentra muy estrechamente ligada con la teoría, ya que cualquier proyecto que pretenda cuestionar los principios constructivos vigentes en su época, requiere de una sólida argumentación, para ser capaz de apoyarse en conceptos claros y convincentes, ante las críticas que se susciten en torno suyo. Sin embargo, lo que comenza siendo un experimento, pronto se convierte en costumbre, por lo cual, tan sólo unas décadas después, casi todas las construcciones en nuestro país siguieron las premisas planteadas en este período.
A partir de la década de los setenta, la experimentación en la arquitectura mexicana ha sido en su mayoría formal, no han cambiado radicalmente las técnicas constructivas, pero sí que se ha especulado a fondo con las posibilidades de adaptación de los preceptos modernistas a una enorme variedad de alternativas espaciales. No sorprende que algunos edificios nuevos comiencen a parecerse a sus antecedentes históricos.
Lorenzo Rocha
jueves, 16 de enero de 2014
CONTEXTO
Desde los años sesenta, numerosos teóricos y críticos de aquitectura, incorporaron a sus ensayos los conceptos importados de las disciplinas sociales que para entonces ya estudiaban fenómenos urbanísticos, como la antroplogía y algunas ramas de la filosofía. En la década de 1960, se escribieron importantes ensayos que tocaron directamente los temas realtivos a la gestión del espacio público y privado en la arquitectura urbana de la época. Autores como Henri Lefebvre, Michel Foucault y Robert Venturi, por mencionar sólo algunos, hicieron contribuciones a la teoría crítica, que ahora resultan fundamentales para casi cualquier disertación sobre temas socio-urbanísticos.
Resulta muy complicado discutir términos tan amplios como contexto y comunidad, en una disciplina tan alejada de lo discursivo como es la arquitectura. Es muy común que los arquitectos no se pongan de acuerdo en las definiciones de muchas de las palabras que utilizan con frecuencia, dando lugar a discusiones muy poco fructíferas en el ámbito académico y editorial.
El contexto se entiende básicamente como el entorno físico donde se encuentra la obra arquitectónica y el término suele reducirse a las fachadas de los vecinos inmediatamente adyacentes al edificio en cuestión. Sin embargo, es igualmente importante considerar la situación política, histórica y cultural de la obra para realmente poder estudiarla en su contexto, en sentido amplio.
La comunidad resulta un concepto aún más ambiguo cuando se relaciona con la arquitectura. En principio, se considera a los habitantes que ocupan directamente el inmueble criticado, como la comunidad primordial que se relaciona con la arquitectura. Pero un edificio nuevo repercute en la calle, manzana y barrio donde se localiza y entonces es necesario ampliar el alcance del término, para incluir a los vecinos y conciudadanos que habitan en las proximidades de la nueva obra. Dentro de la comunidad que se relaciona con un inmueble específico, también cabe considerar a la totalidad de las personas que están ligadas al proyecto aunque no sean sus habitantes, ni vecinos inmediatos. Por ejemplo, un nuevo museo, tiene impacto en la comunidad artística y cultural de la ciudad entera, sus visitantes son normalmente personas que no habitan el barrio donde se localiza, funciona como un polo de atracción turística y cultural. El impacto o beneficio de la apertura de un nuevo museo, se manifiesta en la comunidad artística de una ciudad, e incluso, si se trata de un proyecto importante a nivel internacional, repercute más allá de las fronteras del país donde ha sido construido.
Lorenzo Rocha
Resulta muy complicado discutir términos tan amplios como contexto y comunidad, en una disciplina tan alejada de lo discursivo como es la arquitectura. Es muy común que los arquitectos no se pongan de acuerdo en las definiciones de muchas de las palabras que utilizan con frecuencia, dando lugar a discusiones muy poco fructíferas en el ámbito académico y editorial.
El contexto se entiende básicamente como el entorno físico donde se encuentra la obra arquitectónica y el término suele reducirse a las fachadas de los vecinos inmediatamente adyacentes al edificio en cuestión. Sin embargo, es igualmente importante considerar la situación política, histórica y cultural de la obra para realmente poder estudiarla en su contexto, en sentido amplio.
La comunidad resulta un concepto aún más ambiguo cuando se relaciona con la arquitectura. En principio, se considera a los habitantes que ocupan directamente el inmueble criticado, como la comunidad primordial que se relaciona con la arquitectura. Pero un edificio nuevo repercute en la calle, manzana y barrio donde se localiza y entonces es necesario ampliar el alcance del término, para incluir a los vecinos y conciudadanos que habitan en las proximidades de la nueva obra. Dentro de la comunidad que se relaciona con un inmueble específico, también cabe considerar a la totalidad de las personas que están ligadas al proyecto aunque no sean sus habitantes, ni vecinos inmediatos. Por ejemplo, un nuevo museo, tiene impacto en la comunidad artística y cultural de la ciudad entera, sus visitantes son normalmente personas que no habitan el barrio donde se localiza, funciona como un polo de atracción turística y cultural. El impacto o beneficio de la apertura de un nuevo museo, se manifiesta en la comunidad artística de una ciudad, e incluso, si se trata de un proyecto importante a nivel internacional, repercute más allá de las fronteras del país donde ha sido construido.
Lorenzo Rocha
jueves, 9 de enero de 2014
ESPACIOS PARA EL ARTE
La apreciaición del arte requiere sin duda, de cierta preparación por parte del espectador. No me refiero a que sea necesario estudiar el arte para ser capaces de apreciarlo, pero se disfruta mejor si la persona se prepara, o mejor dicho, se predispone a entrar en contacto con la obra. Por esta razón el museo o la galería proporcionan al espectador y a la obra, las mejores condiciones para la experiencia estética. Estas condiciones incluyen el recogimiento necesario y el silencio para gozar de la obra, la óptima iluminación —que elimine las sombras y la luz solar directa— y la amplitud del espacio que permita mirar la obra sin nungún tipo de contaminación visual.
Pero aparte de las condiciones físicas para la apreciación artística, por su valor simbólico, el museo proporciona las condiciones psicológicas para que el espectador esté consciente de que todo lo que va a encontrar en el interior de las salas de exposición tiene una intención estética y por lo tanto, aguzar sus sentidos para recibir todos los estímulos.
Considerando las reflexiones anteriores, el diseño de espacios para la exhibición artística, es uno de los temas más atractivos para los arquitectos. El proyecto de un museo, tiene implicaciones urbanísticas, espaciales y funcionales muy complejas, que no todos los arquitectos son capaces de abordar. Es imposible hablar del museo perfecto, sobre todo porque nadie sabe qué se necesita para alcanzar la perfección. Sin embargo, existen arquitectos que han trabajado muy acertadamente en la búsqueda de la optimización del espacio museístico.
Personalmente pienso que Renzo Piano, ha sido el arquitecto más vanguardista en el diseño de museos, desde que ganó, junto con Richard Rogers, el concurso para el Centro Georges Pompidou en París en 1971. En 1982 realizó un importante hallazgo para conseguir la iluminación más constante en el interior de una sala de exposición, esto lo consiguió con el diseño de la cubierta del Museo para la colección Menil en Houston, que consistió en una serie de parteluces horizontales que permiten la entrada de luz natural, refractando los rayos solares que penetran al interior del espacio. Pero diez años después, en 1992, superó su propio invento, en el proyecto para el Museo de la Fundación Beyeler construido en Basilea, que prácticamente elimina la sensación de separación entre espacio interior y exterior, generando un ambiente idóneo para la apreciación del arte y complementándolo con la experiencia estética del paisaje de los Alpes suizos, que salen sorpresivamente al encuentro del espectador.
Lorenzo Rocha
Pero aparte de las condiciones físicas para la apreciación artística, por su valor simbólico, el museo proporciona las condiciones psicológicas para que el espectador esté consciente de que todo lo que va a encontrar en el interior de las salas de exposición tiene una intención estética y por lo tanto, aguzar sus sentidos para recibir todos los estímulos.
Considerando las reflexiones anteriores, el diseño de espacios para la exhibición artística, es uno de los temas más atractivos para los arquitectos. El proyecto de un museo, tiene implicaciones urbanísticas, espaciales y funcionales muy complejas, que no todos los arquitectos son capaces de abordar. Es imposible hablar del museo perfecto, sobre todo porque nadie sabe qué se necesita para alcanzar la perfección. Sin embargo, existen arquitectos que han trabajado muy acertadamente en la búsqueda de la optimización del espacio museístico.
Personalmente pienso que Renzo Piano, ha sido el arquitecto más vanguardista en el diseño de museos, desde que ganó, junto con Richard Rogers, el concurso para el Centro Georges Pompidou en París en 1971. En 1982 realizó un importante hallazgo para conseguir la iluminación más constante en el interior de una sala de exposición, esto lo consiguió con el diseño de la cubierta del Museo para la colección Menil en Houston, que consistió en una serie de parteluces horizontales que permiten la entrada de luz natural, refractando los rayos solares que penetran al interior del espacio. Pero diez años después, en 1992, superó su propio invento, en el proyecto para el Museo de la Fundación Beyeler construido en Basilea, que prácticamente elimina la sensación de separación entre espacio interior y exterior, generando un ambiente idóneo para la apreciación del arte y complementándolo con la experiencia estética del paisaje de los Alpes suizos, que salen sorpresivamente al encuentro del espectador.
Lorenzo Rocha
jueves, 2 de enero de 2014
COMPLEJIDAD
Por más que nos esforcemos, es imposible observar los fenómenos arquitectónicos y urbanos como relaciones directas entre causas y efectos. Los edificios y las ciudades donde habitamos, son resultados materiales de procesos complejos y contradictorios donde intervienen fuerzas económicas, políticas, sociales, estéticas y técnicas que invariablemente actúan en conflicto. Ahora es un buen momento para reconsiderar el manifiesto que Robert Venturi escribió en 1966 (“Compleidad y contradicción en arquitectura”), ya que la arquitectura se debe comprender en la totalidad, más que en la particularidad. Esta idea expresada en el libro citado, excluye categóricamente cualquier crítica de arquitectura que pretenda explicarla como un fenómeno aislado de su contexto.
Para realizar el análisis historico de la arquitectura, además del entorno físico donde se localiza la obra arquitectónica, también es necesario tomar en cuenta su contexto social y no descartar que las relaciones, débiles y discontínuas, entre una obra y su contexto cambian constantemente a lo largo del tiempo.
A veces tenemos la tendencia a considerar como contemporánea, solamente a la arquitectura que ha sido construida en nuestro tiempo y en este proceso, excluimos a la arquitectura que sigue en pie hoy en dia, a pesar de haber sido construida hace muchos años o siglos atrás.
En ese sentido, es importante considerar que la arquitectura es un arte que se conoce mediante la experiencia física total. Sólo habitando la arquitectura podemos realmente conocerla, no basta saber la información que la rodea, conocer imágenes de ella y los planos de construcción que la originaron.
Por ejemplo, una persona nacida en la ciudad de México después de 1985, puede saber que existieron muchos edificios modernos que colapsaron durante el terremoto ocurrido en ese año, puede mirar sus imágenes y consultar datos en un libro de historia, pero no podrá jamás experimentarlos en persona. Si se interesara por estudiar el conjunto habitacional de Tlatelolco, tendría que conformarse con visitar lo que queda en pie y complementar esta experiencia con fotografías y relatos de lo que realmente ocupaba ese espacio. Sin embargo, esa persona aún puede visitar la pirámides de Teotihuacán, que han estado en pie desde hace casi 3000 años. Por razones muy complejas, dicho conjunto ha sido conservado hasta nuestros días a pesar de que sus pobladores desaparecieron hace varios siglos, mientras que muchos edificios históricos solo duraron en pie unas cuantas décadas. Desde el punto de vista de la percepción, una pirámide es más contemporánea que cualquier edificio moderno que haya sido demolido.
Lorenzo Rocha
Para realizar el análisis historico de la arquitectura, además del entorno físico donde se localiza la obra arquitectónica, también es necesario tomar en cuenta su contexto social y no descartar que las relaciones, débiles y discontínuas, entre una obra y su contexto cambian constantemente a lo largo del tiempo.
A veces tenemos la tendencia a considerar como contemporánea, solamente a la arquitectura que ha sido construida en nuestro tiempo y en este proceso, excluimos a la arquitectura que sigue en pie hoy en dia, a pesar de haber sido construida hace muchos años o siglos atrás.
En ese sentido, es importante considerar que la arquitectura es un arte que se conoce mediante la experiencia física total. Sólo habitando la arquitectura podemos realmente conocerla, no basta saber la información que la rodea, conocer imágenes de ella y los planos de construcción que la originaron.
Por ejemplo, una persona nacida en la ciudad de México después de 1985, puede saber que existieron muchos edificios modernos que colapsaron durante el terremoto ocurrido en ese año, puede mirar sus imágenes y consultar datos en un libro de historia, pero no podrá jamás experimentarlos en persona. Si se interesara por estudiar el conjunto habitacional de Tlatelolco, tendría que conformarse con visitar lo que queda en pie y complementar esta experiencia con fotografías y relatos de lo que realmente ocupaba ese espacio. Sin embargo, esa persona aún puede visitar la pirámides de Teotihuacán, que han estado en pie desde hace casi 3000 años. Por razones muy complejas, dicho conjunto ha sido conservado hasta nuestros días a pesar de que sus pobladores desaparecieron hace varios siglos, mientras que muchos edificios históricos solo duraron en pie unas cuantas décadas. Desde el punto de vista de la percepción, una pirámide es más contemporánea que cualquier edificio moderno que haya sido demolido.
Lorenzo Rocha
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