La educadora italiana Maria Montessori denunció en los años cuarenta del siglo pasado, la enorme injusticia infringida sobre los niños, la cual calificó como la mayor esclavitud de la historia. Todo su sistema de enseñanza se basa en el reconocimiento de los derechos y de la personalidad particular de los menores de edad.
En los últimos tiempos, hemos visto cada vez con más frecuencia, las reivindicaciones hechas por niños y jóvenes que exigen el reconocimiento pleno de sus derechos civiles. La infancia ha sido siempre concebida como una forma de “ciudadanía diferida”. Esto quiere decir que los derechos y obligaciones fundamentales de los menores de edad, su derecho a decidir, a vivir de manera independiente de los adultos, se les reserva hasta después de cumplir los 18 años, hasta entonces, sus tutores deciden por ellos.
Por ello existe el tópico de que los niños son el futuro de la sociedad, cuando en realidad forman parte del presente. Los pequeños son sometidos a la voluntad de sus padres y gobernantes, a quienes ellos no eligieron, a todo tipo de infortunios y vejaciones debidos al trabajo forzado y a las migraciones involuntarias, solo por el hecho de que los mayores no los consideramos aun aptos y capacitados para tomar sus propias decisiones. Los jóvenes de ningún modo tienen una visión errónea de la realidad, simplemente la suya es distinta de la forma en que los adultos la vemos. Es verdad que corren peligros por su corta edad, pero gran parte de estos, son provocados porque no han sido tomados en cuenta en el diseño social.
Las ciudades y la arquitectura están hechas para adultos, para un pequeño es casi imposible moverse y subsistir en un entorno con automóviles, con elementos arquitectónicos demasiado grandes para su tamaño. Los arquitectos y urbanistas en general no diseñamos para los niños, salvo en los casos en que se realizan instalaciones para enseñanza o juegos, los cuales permanecen precintados detrás de vallas, como corrales para el ganado.
En 1989 el sociólogo italiano Francesco Tonucci publico el libro “La ciudad de los niños”, basado en la Convención Internacional sobre los Derechos de los Niños. El libro es un verdadero tratado sobre el modo en que la ciudad ha ignorado las necesidades de la población infantil. Tonucci toma como paradigma el derecho de los niños a jugar libremente en su entorno directo. Mediante un diseño adecuado y seguro para los más pequeños, también se garantiza la accesibilidad universal para otros grupos humanos en desventaja, como los adultos mayores o las personas con discapacidades físicas y mentales. Una ciudad adecuada para los niños lo será seguramente para toda la población.
No solo el cambio climático es una razón para la sublevación juvenil, es tan solo una muestra de la desigualdad general que sufren los ciudadanos de la nueva generación. Así como en 1968 comenzó la emancipación de los jóvenes adultos universitarios, quizá en 2019 habrá comenzado un movimiento de liberación infantil. Los niños de ahora se manifiestan en las calles, alzan su voz contra sus tutores y líderes porque su situación es insostenible en muchos casos. Es injusto que se les lleve a campos de refugiados, que se les retenga en las fronteras en jaulas, que se les fuerce a migrar en precarias pateras. No se trata de un fenómeno mediático, sino de una crisis profunda de una parte importante de la sociedad.
Lorenzo Rocha